Nunca más

Por Miguel Ángel San Martín, desde Madrid

+

¡Nunca más!  Son sólo dos palabras, pero más que contundentes en su contenido. Una afirmación que parte de la negación de volver a repetir. Pero, a la vez, es un compromiso, un juramento, de que no volverá a ocurrir en el futuro en nuestro Chile amado, ni en ningún rincón del mundo.

¡Nunca más!, decimos los que hemos sido víctimas de un golpe cívico militar sangriento, que emborronó, que ensució nuestra Historia Patria. Y también lo dicen quienes piensan con humanidad y sentido común. Nosotros lo decimos con convicción, con certezas y con valentía. Porque hemos aprendido de lo vivido. Y lo hemos aprendido de nuestros sufrimientos por los que han caído bajo las manos asesinas de la locura golpista, por los que fueron detenidos y aún no sabemos dónde están. Sufrimiento por los presos, por los torturados, por los lanzados al exilio. Por aquellas grandes mayorías que creen en la Democracia como forma racional de convivencia social y que han visto cómo fue pisoteada, destrozada y minimizada por la ignorancia prepotente de unos pocos que se impusieron por la fuerza sobre unos muchos.

¡Nunca más! Lo decimos después de cincuenta años de ocurridos unos hechos cuyas heridas se mantienen causando dolor y que debemos cicatrizar con inteligencia. Al principio comenzamos por practicar una autocrítica profunda, verdadera, sincera, después de sufrir el trauma del quiebre institucional.  En ese trayecto, sufrimos estados de recriminaciones mutuas, sin querer asumir cada cual su propia y real responsabilidad. Pero, al final, hemos conseguido ver la luz cercana a la verdad absoluta y avanzar dentro de lo que ha sido posible consensuar, sabiendo que no podíamos seguir en el chapoteo de aquel barro irracional.

Hoy se quiere abrir un nuevo proceso autocrítico, intencionado y parcial, sin importarles de que eso traería consecuencias muy graves al conjunto de la ciudadanía. Nosotros no queremos ni podemos volver a pisar el camino que hemos andado, porque borraría la huella positiva que hemos conseguido construir y removería los lodos del inmovilismo y la división.  Sin duda que debemos seguir practicándonos la autocrítica fundamental para corregir, pero no para revivir épocas duras ya superadas.  Y debemos alzar la vista con los nuevos bríos que nos da la esperanza real de avanzar hacia un futuro mejor, no sólo en honor a los que ya no están, sino también en las generaciones venideras.

Hoy nos quieren envolver en el retroceso, en la reescritura del pasado, abriendo sospechas, negando lo evidente, lo dolorosamente evidente. Todo aquello provocaría revolverse nuevamente en las recriminaciones mutuas. Nos quieren hacer ver la historia con otros ojos, con olvidos flagrantes, con vacíos de ignorancia forzada.

Nosotros no podemos olvidar. Ni tampoco perdonar. Pero sí podemos avanzar en aras de la experiencia vivida. En cincuenta años hemos consolidado nuestros anhelos de un Chile Nuevo, de un país más justo, más igualitario, sin abusos ni corrupciones, sin colusiones que avergüenzan. Y lo hemos planteado en forma de recuperar el sistema democrático para que todos seamos escuchados, para que nuestra opinión sea tomada en cuenta. Esa vía es la de la paz, la de la inteligencia, la de la seguridad, la de la validez de cada ciudadano, la que consigue consensuar decisiones  mayoritarias que involucran a todos. Debemos mantener ese sistema, porque es el garante de que entre todos reanudaremos una marcha decidida hacia la libertad y el progreso, sin más interrupciones.

Debemos mantener limpia nuestra Historia para que en ella predomine la verdad absoluta. Y debemos recordarla para no volver a repetir. Las páginas sangrientas quedan ahí, como un baldón que nos avergüence y para recordarnos de que ¡Nunca más! . Son páginas que le duelen a Chile y que no queremos que pretendan blanquearlas por intereses coyunturales de unos pocos.  Están ahí y de ellas hemos aprendido lecciones que no podemos repetir.

Chile está maduro, fuerte, preparado para realizar el camino del progreso y del desarrollo. Y sabe que se necesitan cambios profundos para reanudar la marcha e ir consolidando equidades,  igualdad de oportunidades, así como consensos éticos y morales.

La Historia no se puede cambiar. La tragedia vivida no se puede olvidar.  Entonces, con esa inteligencia que nos debe mover, debemos repetir una y mil veces ¡Nunca más!