El orgullo de Chile

Por Miguel Ángel San Martín, desde Madrid.

Los chilenos somos hijos del rigor, sin duda. Del rigor que nos imponen los caprichos de la naturaleza.  Desde el descubrimiento de Chile hay constancia de terremotos tremendamente destructivos, temporales de lluvia y viento que arrasan con viviendas, caminos, plantaciones. Para qué decir de los incendios forestales, si hace sólo unos meses tuvimos gran parte del territorio convertido en una terrible hoguera que destruyó casas, bosques y vidas humanas.

Mi ciudad original, Chillán, capital de la Región de Ñuble, en sus 443 años recién cumplidos, ha vivido cuatro fundaciones producto de estos imponderables que nos trae la naturaleza. La última, en 1835, cuando se reconstruyó Chillán unos pocos kilómetros más al norte de donde estaba con el nombre de San Bartolomé de Chillán. Y que quedó convertida en un ingenioso diseño urbanístico en forma de cuadrícula, con dimensiones de doce cuadras por lado.

Sin embargo, con el tiempo y la calidad de vida de los chillanejos, se atrajo a más gente, hasta llegar ahora casi a los 200 mil habitantes. La urgente necesidad y, por qué no decirlo, la voracidad inmobiliaria, transformaron el curioso diseño urbano en un desordenado crecimiento hacia los lados. Ahora, Chillán mantiene su delicioso espíritu provinciano, con un paisaje de casitas bajas debido a una sismicidad más o menos habitual. El terremoto de 1939 significó la tragedia de haber perdido bajo los escombros a la mitad de la población, unas 30 mil personas más o menos. Nunca se supo la cantidad exacta, porque el sismo destruyó la gran mayoría de las viviendas y se llevó a familias completas, no pudiéndose establecer un censo preciso.

¿Qué hicieron los chillanejos?  Se secaron las lágrimas, curaron sus heridas y se levantaron de nuevo para construir futuro, en homenaje a sus muertos. Así lo han hecho siempre, en toda su historia. Además, encabezados por el Presidente de la República, Pedro Aguirre Cerda, desde el Chillán destrozado, se planificó el resurgir moderno de la ciudad como ejemplo para que el país entero se levantara con visión de progreso.

Los chilenos, hijos del rigor, hemos sabido sacudirnos tras los contratiempos. Y no sólo eso, sino que hemos aprendido a ser solidarios, a comprender que uno sólo no puede avanzar. Entonces, entre todos nos apoyamos con la esperanza de un mañana mejor.

Hoy Chile está viviendo los rigores de un temporal de viento y lluvia de tal magnitud que está dejando a gente fallecida, a miles de damnificados, otros tantos aislados, carreteras destrozadas, puentes arrastrados por las aguas que corren despavoridas por fuera de los cauces de los ríos, casas con daños mayúsculos productos de las inundaciones y miles de hectáreas de plantaciones arrasadas. En fin, un capricho más de una naturaleza que actúa así porque está siendo afectada brutalmente por el cambio climático.

¿Y qué hacemos los chilenos? Nos estamos sacudiendo el dolor, limpiando nuestras heridas, levantándonos nuevamente para recuperar lo perdido y reanudar la marcha hacia un futuro de progreso y desarrollo. Desde el Presidente de la República hasta el trabajador más humilde, se han puesto a enfrentar el temporal que no cesa, a resguardarse, a evitar daños humanos y a apoyarse mutuamente para reponerse cuanto antes de la desgracia.

Chile se organiza para entregar solidaridad. Una corriente espontánea surge desde el seno de nuestra sociedad para enfrentar hombro con hombro la desgracia. Nos organizamos y acudimos en ayuda de los más necesitados, de los más desvalidos, de los que más sufren. Y damos ejemplo al mundo con la férrea voluntad de conjugar con solidaridad el verbo resiliencia.

Desde el exterior, en lenguas diversas, pero con un significado similar, se moviliza la ayuda y se apoya al lejano país estrechito, acostado entre la cordillera y el mar, que hoy lucha contra otra inclemencia de la naturaleza. Allí, cada persona no lucha sola, sino que se estrechan generosamente entre vecinos, convencidos de que, entre todos, son capaces de levantar nuevamente la bandera del orgullo de Chile.

Foto: gioteca.com