Política sospechosa demoscópica

Por Miguel Ángel San Martín, desde Madrid

Confieso que no me fío mucho de las encuestas. He conocido a muchos inescrupulosos y he tenido experiencias muy significativas, hace algunos años, en mi provincia de Ñuble. Me imagino que esas experiencias deben ser similares en cualquier lugar del país. Por lo mismo, tengo una opinión muy dudosa en torno a la aplicación de la demoscopia para definir políticas cotidianas.

Sé que voy a ser criticado desde la acera de los hacedores de encuestas, pero lo que he vivido es real. Y como no tengo pruebas, porque sólo han sido palabras y no documentos, expreso solamente mi palabra. Los que te ofrecen encuestas favorables a tus intereses y te cobran por ello, no dejan huellas, se mantienen en la oscuridad y son hábiles para camuflarse entre el bosquecillo de encuestadores. Los hay más serios y más cercanos a la verdad, pero ante la duda, mejor me abstengo y señalo que no me gusta que la política sea manejada sobre la base de la demoscopia.

En democracia, las encuestas quedan en evidencia tras los resultados de unas elecciones. Pero, como digo sobre la astucia aplicada, me asalta la duda al conocer unos resultados de encuestas realizadas sólo días antes de los comicios electorales. O sea, mucho antes podrían ser manipuladas, pero a poco de realizarse el proceso pueden ser científicamente hechas para resguardar el prestigio de los inescrupulosos.

La verdad es que tales sistemas y métodos científicos son utilizados a menudo por personas de dudosa moralidad para beneficio personal, sin importarles los problemas éticos y prácticos que puedan generar. Mientras les sigamos dando crédito para utilizarles en beneficio de unos pocos, sin mayores comprobaciones, estos personajillos seguirán existiendo y manipulando.

Todo lo anterior viene a cuento porque en Chile se está utilizando -¡y abusando!- de las encuestas para todo. Incluso se llega a recurrir a ellas para fijar acciones políticas, para priorizar temas o para designar a candidatos o a autoridades. Y esto me resulta peligroso, porque existe –como he dicho- un grado de manipulación que puede tergiversar los intereses generales de la gente.

En algunos casos se pone a personas con poco mérito para realizar una gestión determinada o una función muy especializada. Y se podría llegar al triste momento en que un grupito pequeño de personas confabuladas alcance un poder de alto nivel, gracias a encuestas truchas, falseadas, manipuladas.

En Chile se usa muy a menudo la encuesta para calificar la gestión del Presidente de la República, o para posicionar un producto nuevo que ha salido al mercado, también para fijar temas prioritarios para un partido político, o para destacar algún centro educativo, etc.  Esto significa que la demoscopia está muy presente en la vida cotidiana chilena. Lo mismo ocurre también en muchos países, pero con diferentes grados.

No pongo en duda que la demoscopia es, por definición, el estudio de las opiniones, aficiones y comportamientos humanos mediante sondeos de opinión.  Pero su práctica mediocre, abusiva y constante, dándosele un crédito sin medida, abre compuertas peligrosas al delito basado en los apetitos personales o en los intereses de pequeños grupos por sobre las grandes mayorías.

Pienso que los verdaderos profesionales de la demoscopia deberían ser los primeros en garantizar un nivel importante de credibilidad, de ética y de moral. Anteponer una fiscalización férrea a quienes suscriben las encuestas que se hacen por encargo, con el fin de que su trabajo sea serio, ecuánime y real.

Al mundo de la política en su conjunto, se le debería exigir no utilizar las encuestas para sus campañas puntuales, porque se desvían por el camino de la manipulación, haciéndole daño al conjunto de la ciudadanía. Si quieren hacer encuestas, pues que las encarguen para ser utilizadas internamente, con el fin de marcar en sus programas las verdaderas necesidades de la población. Ese será el camino real y auténtico hacia el fortalecimiento de la democracia y el avance seguro hacia el progreso con equidad de las naciones.