La irresponsabilidad del cargo

Hace larga data los que cumplían funciones en el Estado o en el ámbito privado renunciaban sin que se los pidiera, simplemente por la responsabilidad política que le asiste a un superior. Recuerdo la renuncia del Comandante en Jefe del Ejército, el general Carlos Prats, por un hecho que hoy sería aplaudido.

Esta buena costumbre de la antigua democracia comenzó a cambiar con la dictadura. Pasamos de la responsabilidad a la irresponsabilidad del cargo. Recuerdo la renuncia del rector designado de la Universidad de Chile, José Luis Federici, el 29 de octubre de 1987 y luego de un paro de 2 meses de estudiantes, académicos y funcionarios. La política era jibarizar aún más a la Casa de Bello y ni Pinochet pudo salvarlo. Los dictadores no renuncian, los echan, cuando no mueren en el cargo, pero ni ellos mismos son capaces de mantener a los suyos. El Mamo Contreras es el caso paradigmático. Pinochet lo echó y terminó con la Dina, aunque le cambió de nombre y pasó a llamarse CNI.

Las renuncias en cargos de gobierno, cuando son designados por el Presidente de la República, no son fáciles. El ministro de Transportes, Sergio Espejo, no llegó a los dos meses de crisis, desde el 10 de febrero del 2007 cuando debutó el TranSantiago. Eran tiempos en que los ministerios tenían dominio de los partidos. Ese era de la Democracia Cristiana, donde había sido designado Narciso Irureta y a Espejo lo sucedería René Cortázar, y del PS y PPD, donde lucieron Germán Correa, Carlos Cruz y Jaime Estévez y los PPD Jorge Molina, Javier Etchebery y Andrés Gómez-Lobo.

Los cargos de confianza no deben asumirse como propios. No hay que aferrase a esos cargos, porque a la primera crisis el sujeto queda debilitado. Giorgio Jackson no es lo mismo luego de salir de La Moneda para instalarse en la «B», en un ministerio sectorial. Cecilia Pérez lo mismo, y salió de la vocería de Piñera 2 al ostracismo en el ministerio del Deporte.

La crisis por el caso de Felipe Araos duró una semana. Es el segundo subsecretario que sale del gobierno en pocos días y debiera sentirse más la mano del Presidente. A la oposición, a los medios y a la gente, su público, le gusta ver correr sangre. No estamos en el circo romano, pero cada vez se parece más. Y aunque la renuncia no es para subir en la encuesta del domingo, sirve para contener la baja que se proyectaba. La irresponsabilidad del que no habilitó las camas pediátricas en Santiago se paga con una vida. Araos asumió su responsabilidad política, ahora habrá que saber de quién fue la responsabilidad operativa.