Por D.S. Graciado
Para no decirlo en andaluz sino en castellano de la RAE, política y políticos en Chile son puros pedos de vieja. Y con el perdón de las viejitas (yo estoy ya montado en la década maldita de los 60), todas las promesas de la política hoy parecen pedos sin olor, sin significado, sin estruendo. Son las promesas en un país donde tener mala memoria o ser incoherente en política es una profesión.
No me refiero a la promesa de Estado Social de Derecho sobre lo cual el diputado de Convergencia Social Gonzalo Winter dijo el viernes pasado en Radio Cooperativa que no había una definición del término, que era ambiguo, dijo. Y lo hizo sacando pecho con el título de abogado que tiene.
O sea, no tiene idea de lo que han estado prometiendo él y su partido. O reconoce que hablan sin sentido. Yo que soy un egresado de la universidad de la vida, vagabundo y bastante ignorante, que solo lee libros comprados en el persa Bio Bío donde no tienen IVA, sé que un bachicha llamado Luigi Ferrajoli ha escrito como ene libros sobre el tema. Que desde el 2003 da clases en la U de Roma y es Doctor Honoris Causa de la U. de Valparaíso desde el 2011. Para más detalle, discípulo de Norberto Bobbio. ¿Cómo le quedó el ojo, diputado? Si lee alguna cosita de sus libros encontrará la base de la doctrina que usted predica, pero desprestigia.
Pero yo quería hablar de multiculturalismo y plurinacionalidad en Chile a raíz del dicho pedo de vieja. Y afirmar que estos temas son el peor pedo de vieja histórico del país. Fueron un abreboca de intenso contenido etílico durante la Convención fracasada, para luego, con muy poca sinceridad y sentido de la decencia democrática, los que deciden la mandaran directo al basurero. Y eso que necesitamos ese pensamiento. Porque, aunque a los peñi (y a otros borrachos de ocasión) se les pasó la mano con la cantidad de autonomías y mariguancias étnicas que le metieron a la constitución fracasada, a la que solo le faltaron los descendientes de Orèlie Antoine I de Francia para declarar la Monarquía Independiente de La Araucanía, el tema sigue vivo, con el foco en los derechos políticos y culturales de los pueblos aborígenes.
Pero de eso en la futura constitución al parecer no habrá nada. Según los 12 bordes constitucionales que acordaron los partidos y sus intelectuales mestizos, los mapuche son chilenos. Solo pudieron elegir 1 consejero el domingo 7 y, date con una piedra en el pecho, votaron mayoritariamente republicano. Para mí que los peñi los confunden con los realistas de 1810, a los que apoyaron en contra de la independencia de Chile, y por eso los votan. Sería algo así como un tema de comunicación política, ¿cachai?. Porque con esos realistas tenían malones y malocas pero también diálogos, con los que después arreglaban en parlamentos, porque parlaban mucho y obtenían derechos, y luego bebían mucha chicha para celebrar y todo bien y en paz otros 30 años. Algo así, porque yo igual que Winter tampoco soy tan capo para la historia, aunque algo me manejo.
Yo sé que por Chile casi solo pelearon los nagches (mapuches abajinos) de Purén y Lumaco como los loncos Lorenzo Colipí y sus hijos, y Venancio Coñoepán, quienes después hicieron carrera militar en el Ejército de Chile. Como dice Bombo Fica, gente de Purén indómito, voluntariosa y cariñosa. Cuando murió Lorenzo Colipí tenía 24 mujeres, o sea “cosecha de mujeres” como canta Chico Trujillo. Por qué los mapuche que tienen una profunda aptitud militar no siguieron su tradición, no sé, tal vez hay que peguntarle a los giles que dirigen la Escuela Militar y a los que nombran generales. Lo único que sé es que a estas alturas somos casi un país imaginario, lleno de pedos de vieja.