OPINIÓN: Recobrar la calma, escuchar y poner la mente fría

Por Miguel Ángel San Martín desde Madrid

Escribí un texto nada más despertar en este Madrid primaverano, desde mi perspectiva de izquierda consecuente. Y lo hice porque, al ver la magnitud de la derrota de la izquierda en su conjunto, recordé la magnitud de las  recriminaciones de antaño que nos dividieron hasta la extenuación. Y no creo justo que volvamos a repetir esa parte oscura de la Historia. Ese texto lo hice circular entre amigos, personalizado. Pero he recibido tal número de solicitudes de que lo haga abierto a través de las redes sociales, que acepto el desafío y aquí lo masifico.

La democracia se ha vuelto a expresar. Y lo ha hecho de nuevo en forma muy contundente. Entonces, es la hora de recobrar la calma y analizar con tranquilidad y mente fría lo que está pasando en Chile, lo que hemos hecho mal y dónde han estado nuestros errores.

Sabemos que contamos con grandes mayorías nacionales que están cansadas de tanto abuso y corrupción. Sin embargo, en la hora de la participación amplia que nos ofrece la democracia, no sólo no recobramos esas grandes mayorías, sino que se vuelve a votar en contra de nuestros propios intereses.

Debemos practicar la autocrítica con inteligencia, con sentido común, con realismo claro y sincero. Sin recriminaciones mutuas, porque eso nos llevará a profundizar más aún en las divisiones que nos ahogan. Asumamos nuestras respectivas responsabilidades y seamos generosos en reconocer nuestros errores.

A partir de ahí, mi opinión en primera instancia es que no hemos conseguido una unidad en el mensaje, no hemos sabido romper la inmensa ola mediática que nos transforma el país en algo distinto a la realidad. Es un país ficticio, lleno de incongruencias y de malos modos.

Nos han magnificado la delincuencia, que sí que la hay pero no en la magnitud que nos presentan los medios de comunicación, en una politización descarada, provocadora de miedos amplios e incontrolados. Nos han desfigurado nuestros liderazgos con groseras expresiones, en muchos casos provenientes del exterior, magnificando errores y salidas de tono inoportunas que también hemos cometido.

Han minimizado o, derechamente, ignorado una gestión presidencial que ha hecho cosas importantes, a pesar de la tremenda oposición existente en el Parlamento. Han abierto una idea de farándula permanente, y nos han falseado realidades que trascienden al país, provocadas internacionalmente por elementos ajenos a una administración determinada en cualquier país del mundo. La guerra, la pandemia, el cambio climático y la propia crisis del neoliberalismo, nos provocan inflación, desabastecimientos reales o ficticios que nos recuerdan hechos pasados de nuestra Historia, y abren las compuertas a las colusiones, a los abusos, las corrupciones, para lo cual esquilman derechos alcanzados por los trabajadores.

La corrupción nos corroe y los malos políticos se aferran a sus poltronas y privilegios, causando frustración y desánimo en las grandes mayorías nacionales.

Desde el frente, nos muestran una unidad fortalecida por el dinero, por privilegios ancestrales y apoyada con generosos recursos provenientes del exterior. Y realizan campañas permanentes que acrecientan el terror, para lo cual utilizan mensajes únicos emitidos sin descanso y masivamente, a través de las enormes cadenas de medios de comunicación que controlan. Así aterrorizan y desinforman al conjunto de la sociedad.

En esta rápida visión personal de lo que ocurre, ante la urgencia de provocar el necesario análisis autocrítico y no seguir ahondando en la división, señalo con humildad que debemos abrirnos a un debate interno sincero y generoso. Soy un convencido de que tenemos muchas posibilidades dentro del sistema democrático, único de regulación de la convivencia social en paz, para volver a poner en el centro de la gestión la solución a los graves problemas de nuestro pueblo.

Reitero que necesitamos más que nunca la unidad para agruparnos y activar nuestra fuerza real. La desesperanza no nos debe paralizar. Debemos corregir nuestras falencias y buscar las soluciones comunes adecuadas. Es la tarea del momento. Pero, además, debemos fortalecer nuevos liderazgos, tan alicaídos y ausentes en la hora presente.
Es fundamental elaborar un proyecto de país entre todos y trabajar por conseguir un programa que nos fije plazos y acciones para iniciar una larga y difícil lucha futura, en unidad granítica, decidida y consecuente.