Histeria por decirle Cachimoco a Cachimoco

Uno de los titulares más jocosos del diario El Clarín, ese de la otra democracia, ese que fue dirigido por el inolvidable “Gato” Gamboa, periodista de viejo cuño al igual que los que por aquellos años integraban el gremio, hechos en la calle más que en la universidad, fue uno que surgió a propósito del arresto del director por denostar con el apodo de “Cachimoco” al senador Pedro Ibáñez. Ante la detención, el diario El Clarín reaccionó con el siguiente titular PRESO DIRECTOR DE EL CLARIN, luego en la bajada señalaba, “por decirle Cachimoco a Cachimoco”.

Hace unos días, una periodista, por llamar “paco” a un “paco” (término coloquial con que en Chile se denomina a los Carabineros, como “cana” en Argentina, “tombos” en Ecuador, cops en USA, por nombrar solo algunas)  y pese a advertir el error y ofrecer las disculpas acto seguido de cometer ese lapsus calami, (estaba muerto y no era el momento y lugar para utilizar ese término) es despedida del medio en que trabajaba (cancelada es el término que se usa hoy), el que por lo demás se deshace en disculpas tras la abominación proferida respecto a un mártir de una institución que hoy está al alza en las encuestas y casi sacralizada por la opinión pública gracias a la sangre de sus mártires.

Por otro lado, todos los que alguna vez fueron críticos de Carabineros por acciones generalizadas de corrupción, sobre todo de su alto mando, o por su inhumana actuación en las movilizaciones, o por falsificar pruebas o pretender utilizar programas computacionales chantas para la detección y persecución de delitos, hoy no pueden condolerse ni solidarizar con Carabineros por el asesinato de miembros de sus filas porque su pasado los condena. Cómo se les ocurre haberlos criticado.

No. Hoy oponerse a las prisas legislativas, prevenir que aquello puede causar un descalabro en una institución que está visto no ha preparado a su gente para enfrentar el crimen y a los criminales de hoy con un proceder distinto al que se utiliza para cursar una infracción o hacer un control de identidad, es un despropósito que merece la repulsa de medios y parlamentarios que creen que lo suyo es verdad revelada y si de ellos dependiera estarían porque la policía primero disparara y después preguntara.

En temas de seguridad y combate al crimen organizado todos (algunos más que otros) creen ser autoridad, pero los méritos de los que vociferan no son mayores a los de ese diputado que con estrella en la solapa apareció rodeado de otros honorables miembros de su partido que a manera de alguaciles respaldaban su performance de nuevo y severo sheriff, sin reparar en el ridículo que hacían.

En materia de seguridad la histeria se ha apoderado de la gente y sus autoridades y el efectismo y el populismo hacen furor. Un Alcalde derribando casas de presuntos narcotraficantes es el hit del momento y a eso llama liderazgo, y la legítima defensa privilegiada la guinda que el parlamento ha puesto en esta torta. Y el gobierno, presionado a mas no poder, no tiene nada inteligente que ofrecer, no tanto porque carezca de ideas, sino porque la inteligencia es cuestión de mayorías y la mayoría la perdió el 4 de septiembre del año pasado, cuando los sacristanes del pueblo no entendieron que los excesivos cuidados a lo diverso y la diversidad mataron las ansias transformadoras de Chile, quedando lo de la calle y ese más de millón de personas que desfiló, solo como un exabrupto momentáneo de un país esencialmente conservador, que siempre preferirá el ancho camino del medio al riesgo de transitar cargado hacia un lado, porque visto está que cuando lo hace, enseguida se arrepiente.

Entonces, visto y considerando lo anterior, cargado que están los dados hacia la derecha, desde ahora y hasta el siete de mayo el discurso, como se ve, será la seguridad y el combate a la delincuencia, que es lo que importa al país porque todo chileno está expuesto al portonazo, a que le roben su auto que tanto le costó y todavía está pagando, a ser asaltado en un sitio eriazo o asesinado por un narcotraficante o peor todavía, que una turba saquee su negocio. Los temas de salud (no saber cuándo será atendido en la salud pública o cuánto te cobrarán en la privada, como dijo alguna vez Evelyn Matthei) o de educación donde los niños que no van a un colegio particular pagado no tienen legítima defensa privilegiada, o el de las pensiones que, aunque paupérrima no contará con un fondo solidario porque la plata es mía, son temas que al país no interesa y el 62% de los chilenos lo sabe y así lo manifestó.

Lo cierto es que, como el péndulo todavía está a la derecha, pronto tendremos el precocido constitucional, sobre la base de doce ingredientes si no me equivoco, cuyas medidas serán determinadas por un grupo de veinticuatro iluminados, designados por un cuerpo legalmente constituido, pero carente de legitimad, legitimidad que a esta altura no importa porque lo que importa es la seguridad que obnubila y no permite ver cosa alguna que no sea el miedo.

Y será el miedo por un lado y la abulia y el cansancio lo que definirá el Chile de los próximos cincuenta años.

‘Ta mare…, odio mi pesimismo.