LA CRISIS INEVITABLE

Sería mucho más honesto y claro que el Socialismo Democrático reconociera que no ganó las elecciones presidenciales pasadas, sino que las perdió. Y que luego de ser invitado a ser parte del nuevo gobierno, si no está de acuerdo con lo que este hace o propone, considere retirarse a una postura de apoyo externo sin compromisos, apoyando lo que les parezca bien y rechazando lo que les parezca mal. Su manera de construir mayoría opositora subrepticia gozando al mismo tiempo del privilegio de los cargos públicos, es poco ético, además de ir contra toda sensatez y claridad políticas.

El Socialismo Democrático, léase PS y PPD, prácticamente domina el Estado. El Ministerio del Interior completo, el ministerio Secretaría General de la Presidencia, la Cancillería, el ministerio de Hacienda, el ministerio de Defensa, el ministerio de Obras Públicas, además de una  serie de importantes subsecretarias y organismos del Estado, tienen a su cabeza militantes de estas colectividades. Ello mientras sus diputados y senadores se han transformado en una fronda política que hostiga o presiona al gobierno y sus iniciativas legales, como si ejercieran el poder en un sistema parlamentario y no presidencialista.

A su vez, la figura presidencial de Gabriel Boric, sin credibilidad ni confianza de liderazgo al interior de su coalición, aparece como el bien más preciado cuya voluntad todos se disputan, poniéndolo en la encrucijada de dejar irse del gobierno a sus viejos aliados políticos y entregarse de lleno en manos del centrismo del PS y el PPD, o disolver el pacto actual, esperando que su sector político recobre fuerzas con los resultados de la elección de Constituyente.

Esto último parece un sueño, pues el proceso -tanto o más controlado en términos formales que la Constitución de 1980- tiene un derrotero cierto tanto en el control extremo de los partidos políticos, como en el desinterés de la ciudadanía. Por lo tanto, no habrá sorpresas a favor del gobierno, a menos que se diera de manera casi espontánea un rechazo liberal, igualitario y reivindicativo de la sociedad frente al texto que le ofrezcan como Nueva Constitución, y vuelva a fracasar el proceso.

Pero ello parece difícil de ocurrir. Sumergido en la idea de ponerle botones de pánico a toda la seguridad de manera indiscriminada, el uso de la fuerza ha ganado el imaginario ciudadano. Y el populismo penal parlamentario impulsado por la derecha y diputados socialistas como Marcos Ilabaca o Daniel Manoucheri, no tiene al frente instituciones o liderazgos que lo acoten y contengan. Menos lo exhibe el gobierno, al que le ha sido imposible conseguir una pausa de razonabilidad en su propio bloque político, pese a que su posición de salvaguarda republicana de libertades y derechos políticos frente a la “defensa legítima privilegiada” es correcta.

En este escenario el Gobierno de lo que más carece es de tiempo y reputación para reorientar la tensión política. Y pese a la abierta oposición parlamentaria socialista, el Presidente cree a pie juntillas que la reputación que requiere se la entrega el socialismo democrático en el Gobierno, sin darse cuenta que este, al menos en el campo de la seguridad, lo muestra vano, débil e inconsistente, tanto por la incapacidad de sus equipos ministeriales y las policías, como por el asedio ideológico socialista.

La actitud del PS y PPD de persistir, lleva rápidamente a una crisis que puede desembocar en un fracaso tipo gabinete de unidad nacional, empate fraccional permanente en el Congreso y algo que nadie desea pronunciar, crisis institucional mayor, renuncia presidencial o asonadas militares.

¿Sabe bien a que crisis política está jugando el socialismo democrático? Normalmente ese tipo de juegos políticos terminan en anomia institucional, Estados fallidos y sociedades orientadas a soluciones autoritarias. Cada cual a sus responsabilidades y conciencia.