HABLEMOS DE CRIMEN ORGANIZADO

Por Santiago Escobar S.

 

El asalto a un envío de Brinks en el Aeropuerto de Pudahuel, aunque frustrado, es una acción de delincuentes profesionales y, por lo tanto, crimen organizado. El Aeropuerto es una infraestructura crítica, por lo que está entre los objetivos de resguardo de las Fuerzas Armadas, según la última reforma de Seguridad. El primer problema de ayer, entonces, es que los delincuentes ingresaron por el cerco perimetral de resguardo, y nada menos que a la losa, para concretar su atraco.

Es evidente que los enfoques gubernamentales de Seguridad son poco finos y deficientes. Nadie puede acceder con tal facilidad a un recinto que tiene no uno sino varios sistemas coordinados de seguridad y vigilancia, si estos efectivamente fueran eficientes. Se podrá argüir que la acción del personal frustró el atraco, pero todo resulta artesanal, con costos de vidas humanas y mala imagen internacional.

La acción cometida tuvo una planificación casi militar, con un frente visible de unos 12 individuos fuertemente armados, y seguramente con un diseño operativo con apoyo externo de al menos otras 10 personas. Mecanismo de comunicaciones internas, vías de escape diseñadas, e infraestructura de ocultamiento distribuida en la ciudad y seguramente un sistema de cobertura y lavado, de mediano o largo plazo, que permitiera el disfrute del botín. Si estos son millones de dólares, nadie va al día siguiente a una ventanilla de cambio de divisas. La identificación del objetivo siempre proviene de un dato, lo más exacto y veraz posible, que permita hacer la planificación del atraco y determinar las necesidades logísticas.

Todo lo anterior requiere inversión de recursos financieros, tiempo, conocimientos, armamentos, es decir, algo muy demandante que implica especialización, recursos y planificación operativa. Un botín de 32 millones de dólares motiva el interés profesional de cualquier mercenario, sin perjuicio que se use delincuentes fogueados en años de cárcel como soldados si hay riesgo de enfrentamiento.

Esta es una modalidad de crimen organizado, diferente a la del narcotráfico. Este, como negocio establecido, con sus subredes de distribución, lavado de activos, compra de inteligencia y protección legal y política, y financiamiento de negocios corruptos, es subrepticio en su dimensión mayor. Siempre es posible que las unidades de protección paramilitar del narco, aquellas de alta especialización, puedan tentar operaciones de la envergadura de ayer en el Aeropuerto de Pudahuel. Pero es un riesgo poco probable. Porque una unidad de resguardo profesional narco es crítica para un negocio transnacional como la droga, y aunque es muy caro mantenerlas, ellas se requieren de manera permanente para copar los puntos críticos de la organización, entre ellos los puertos, aeropuertos e infraestructuras de transporte.

Otros negocios del crimen organizado que precisan control territorial, como el tráfico de órganos y personas, de obras de arte, de metales preciosos, madera o combustibles, requieren también de esas unidades paramilitares y las pagan a quien las tiene. Por ello existe un mercado de intercambio de favores en materia de seguridad para las organizaciones criminales, que excluye la modalidad de crimen de asalto con riesgo letal y por objetivos mayores. Esta es una especialidad de delincuentes con formación policial o militar, y vocación de asociación provisoria: dan el golpe y salen de foco, lo que permitiría encontrar sicarios o delincuentes vinculados al narco que participan de este tipo de asalto, pero arriesgan demasiado y son de otro negocio. Para vender servicios al Estado existe una fórmula llamada Unión Temporal de Proveedores en la Ley de compras públicas, en la cual dos empresas se juntan para hacer un trabajo o proyecto. Esto es lo mismo, pero entre delincuentes y para dar un golpe, para lo cual siempre hay espontáneos, tanto financistas como profesionales del gatillo.

Por estas y otra larga lista de argumentos y razones, he insistido en el desarrollo de un sistema de inteligencia policial adecuado, que genere los parámetros de identificación de las formas de crimen organizado a que estamos expuestos, y que sea capaz de poner luces rojas donde corresponde, particularmente en materia de corrupción del Estado. Ello depende de una acción política capaz de fortalecer y profesionalizar policías, hacer trabajar de verdad al Ministerio Público, y mirar la realidad sin prejuicios ideológicos, uno de los cuales es creer que las Fuerzas Armadas sirven para un barrido y un fregado en seguridad porque disuaden por el miedo.

 

(Crédito: KARIN POZO/AFP vía Getty Images)