Qué bonito ver en la tele la simpatía que le tenía la Reina Isabel a Chile. Se notaba que aquí la querían también. Era otro Chile el de 1968, tan folclórico todo. Pero igual se las arregló la familia Frei para invitarla a cenar. Es que el presidente, don Eduardo, tenía menos mal de todo en su casa de una Providencia que hoy día se ve accesible, pero que en ese tiempo, olvídate, era de lo más high.
Ahí aparece en imágenes filmadas en cine, paseando con la soberana y con el príncipe Felipe de Edimburgo, arriba del mismo Ford Galaxy que ella nos regaló y que es nuestra joyita presidencial, con pannes y todo. ¿Y Gabriel Valdés? ¿Qué era en ese tiempo, ministro? Se le ve con ella en un carruaje saludando a la gente como en un cuento de hadas. Don Gabriel también la recibió en su casa, por algo le decían el “conde”, y tampoco le faltaba loza adecuada para recibir ni más ni menos que a la reina de Inglaterra. Frei y Valdés, los dos DC, gente sencilla.
¿Habrá venido a Chile porque también tomamos té? Bueno allá no se le dice once pero igual. O quizás porque le tincó. De veras que en Valparaíso la colonia de ingleses era bien grandota. Ah, verdad que además los ingleses tenían negocios aquí desde hace siglos. Que olvidadizo que soy, verdad que eran también los dueños de las salitreras y que a punta de piratas le hicieron la guerra al monopolio al que nos sometían los españoles. Menos mal que logramos nuestra independencia y ¡Fuimos libres! De pasadita los ingleses llenaron el puerto de casonas y armaron su negocio pujante en el norte. Es que nos gusta tanto la inversión extranjera y el caliche se vendía como pan caliente.
En la tele desaparecieron los portonazos, los secundarios antisistema, la discusión parlamentaria sobre la nueva constitución. Renegamos de la monarquía pero los comentaristas babean con las tradiciones reales y volvemos a ser los vasallos de siempre.
Aquí siempre hubo buena voluntad para cuidarles el negocio. Por algo también nos protegían pasándonos los buques de última generación que ayudaron a Chile a ganar la guerra del Pacífico. Uno de nuestros héroes navales es Lord Cochrane, lo que es similar a lo que pasa hoy día con el fútbol, cuando tiene que venir un tal Ben Brereton para aplacar la sequía de goles, pero ese es otro tema. ¿Lo de la Escuela Santa María? La forma más criminal de pagar favores por parte del Estado. Los mismos buques gloriosos usados para llevar a los fusileros, para cuidarles el bolsillo a the bosses. Pero ojo, la reina no había nacido, así que no le vamos a echar la culpa.
Igual no pasó nada, dos años después aquí en Viña se fundó el Everton, gracias otra vez a los ingleses encabezados por un señor de apellido Foxley. Me suena.
Talca, París y Londres… Veía en la tele a nuestro ex ministro Alfredo Moreno, que tiene parece un emprendimiento de caballos, contar que la reina siempre lo invitaba a hacer demostraciones ecuestres. Es que a doña Isabel le encantaban estos animalitos, al igual que los perros corgi. El hijo de Moreno decía que a ella le gustaba ver a los equinos caminar de lado, una gracia lograda por nuestros huasos de espuelas brillantes y mantas de tres palos que cada cierto tiempo llevan sus animalitos a Inglaterra. Otro nivel.
Harto más joven su majestad cuando anduvo por estos lados, pero caló tan hondo, al extremo que el jueves cuando se anunció su muerte, el país se paralizó. En la tele desaparecieron los portonazos, los secundarios antisistema, la discusión parlamentaria sobre la nueva constitución. Renegamos de la monarquía pero los comentaristas babean con las tradiciones reales y volvemos a ser los vasallos de siempre. Pero como no quiero mirarme el ombligo, entré también a ver la prensa argentina, peruana, boliviana, uruguaya, colombiana y créanme, están todos en lo mismo.
Qué razón tenías Jorge:
“Y el inocente pueblo de Latino América
Llorará si muere Ronald Reagan o la reina
Y le sigue paso a paso la vida a Carolina
Como si esa gente sufriera del subdesarrollo
Estamos en un hoyo, parece que en realidad…
