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Es una puesta en escena actual, vigente y de gran dinamismo. Un llamado de atención a nuestros actos ¿hasta qué punto podemos experimentar con el ser humano?, en este caso con niños, para buscar una cura.
Por Miguel Alvarado Natali
El destacado dramaturgo chileno Gerardo Oettinger y que hasta un par de semana atrás estaba en cartelera una de sus obras, “Pompeya”, hoy nos sumerge en un futuro quizás no tan ficticio con este montaje de nombre “Rita”, que se está presentando en el teatro Mori de Recoleta hasta el 31 de julio. Aquí el covid-19 ha tenido una evolución impensada y las nuevas sepas siguen matando a gran parte de la población. Dirigida por Manuel Morgado y con las actuaciones de Patricia Rivadeneira y Coca Guazzini.
Rita es la pequeña nieta de las epidemiólogas Octavia (Rivadeneira) y Margarita (Guazzini). Quienes han perdidos a sus hijos, los padres de Rita. Ambas siguen luchando contra el virus, pero en bandos distintos, ya que mientras una dejó de creer en la eficacia de las vacunas y se va al altiplano boliviano a buscar curas ancestrales en pueblos originarios, la otra se obsesiona con seguir experimentando en su propia nieta, y así encontrar el modo de revertir el daño ocasionado en el organismo por este virus que tiene en jaque a la humanidad y que ha acarreando conflictos sociales, miserias y abusos de poder. Donde la ciencia y la tecnología son claves, siempre y cuando no traspasen los límites éticos de la medicina.
No hay dudas que en este tipo de tragedias la fuerza interpretativa tiene que estar a la altura de una historia actual, como lo es la pandemia y ahí están Patricia Rivadeneira y Coca Guazzini. Ellas no se quiebran, no decaen. Mantienen la profundidad que amerita este relato y la tensión dramática. Son dos actrices de esa buena cosecha ochentera, unas verdaderas divas, pero que aquí demuestran la gracia del buen actuar. Sus gestos, sus miradas, las palabras desgarradoras y el buen desplazamiento escénico que realizan dejan al público satisfecho.
Excelente iluminación y juego de luces, con una escenografía de ventanales fijos y un par de sillas. Y hasta aquí tenemos lo suficiente, ya que, lo demás lo hace la magia de un proyector donde va transformando distintas atmosferas que van desde un crematorio, con fuego y llamas, un jardín con un árbol que va botando hojas, una playa con olas, hasta la casa-laboratorio de una de las protagonistas, la misma que estaba irreconocible con su cabeza calva, -mérito para vestuario y maquillaje.
Es una obra que aborda temas como la amistad, la familia, la ética y la moral. El cuestionamiento a la eficacia de las vacunas y el poder político. La perplejidad de un planeta entero, que ve derrumbarse la vida y el medio ambiente.
Rita es un montaje que nos hace reflexionar de la vida y la muerte. De cómo hemos destruido el planeta. Y que finalmente el poder político y económico que tienen unos pocos, hace que estos se salven de los virus. Es una puesta en escena actual, vigente y de gran dinamismo. Un llamado de atención a nuestros actos ¿hasta qué punto podemos experimentar con el ser humano?, en este caso con niños, para buscar una cura a la pandemia. Con diálogos deliberativos y de pronto desgarradores, es una obra que bordea la muerte y que deja un sabor amargo. Pese a que por momentos se torna lenta, la carga emocional que transmiten las actrices es tan fuerte, que logra traspasar la barrera del público y entonces la puesta en escena sale airosa.