Taboo: una joya en medio de la basura

Crítica de Cine y TV

Netflix es, en un 90 por ciento, basura. Cine barato, argumentos repetidos, donde hay que escarbar bastante para encontrar algo que valga la pena. Taboo (Tabú en español) es una excepción. Pese a las concesiones al chamanismo exótico y guiños de cine negro, es tenebrosa e inmensa en su bruma cultural. Con la ayuda de Steven Knigth (Peaky Blinders), Ridley Scott (Blade Runner), y con un guion escrito con su padre Chips Hardy, Tom Hardy, el excelso actor inglés, nos entrega una actuación notable en un argumento complejo.

Este, referido a la isla de Nutka, en la entrada del Estrecho de Bering, frontera hoy entre Rusia y Estados Unidos, es una mezcla de historia política y vomito cultural sobre el nacimiento de los imperios modernos. Un comerciante y aventurero inglés deja a su hijo, un personaje extraviado en Africa o los mares del Sur, una herencia críptica en materia de valor. Ella consistente en un pedazo de tierra en un lugar perdido, pero esencial para el control del comercio hacia China. El conflicto se desencadena cuando el heredero perdido, que se suponía muerto, aparece asistiendo al funeral de su padre, muerto en extrañas circunstancias. También busca rescatar los documentos de su herencia, lo que lo hace entrar en conflicto con la Compañía de las Indias Orientales.

La historia se basa en un hecho histórico real, al que estuvieron convocados, a principios del Siglo XIX, todos los poderes imperiales de la época, desde la Rusia zarista dueña de Alaska; el imperio inglés y la voracidad de la Compañía de las Indias Orientales, la cara comercial de la corona inglesa; y el recién independizado Estados Unidos, en pleno desarrollo de su diplomacia de enclaves y cañoneras. Los españoles, perseverantes colonizadores, eran ya un Imperio decadente y convulso, que no tardó en ser desplazado de la geopolítica mundial. Y en este caso, del guion de la serie, lo que provocó una crítica de orgullo herido de España por la omisión histórica. Pero por algo la serie es inglesa y no española, no? La serie no es un libro de historia.

El otro nudo argumental, oscuro y de antropología social de época, es un amor incestuoso. El heredero interpretado por Tom Hardy muy en el perfil del personaje de “El corazón de las tinieblas”, la novela de Joseph Conrad, deja en claro que Hardy es el actor de mayor carácter que hoy se puede encontrar en occidente. En la serie, es un personaje oscuro peleado con su padre, debido al amor violento que tiene con su hermana, mitad aborigen de la zona donde está Nutka. Ella, expulsada de la casa paterna, vive refugiada en un matrimonio odioso, en un Londres sucio y promiscuo, donde no hay nobleza ni valores sino solo intereses. Interpretada por Oona Chaplin, nieta de Charles Chaplin, ejerce con su papel una atracción complementaria a la de Hardy, difícil de superar por su intensidad y extraña belleza. Un ya viejo Jonathan Pryce (Brazil de Terry Guillian) impecable en su papel de hombre fuerte de la Compañía de las Indias Orientales, ayuda a construir una trilogía sucia e inolvidable de caracteres en una serie de TV.

Los ocho capítulos de la serie, hoy muy atrás en el menú de Netflix, dan para una maratón. Y luego para volver, muchas veces, tanto sobre la serie y los actores, de antología, como sobre el hecho histórico que le dio origen. Un back de la geopolítica actual del hemisferio norte, con los mismos intereses de antaño, en este caso el comercio con China, que demuestra, con diferencias culturales de época, que la tierra y la historia giran siempre sobre el mismo eje.