La verdad oculta se huele en cada escena, pero hay una incapacidad de sopesar los alcances de la ira de Dios. Es como cuando se quiere creer que esa mano también divina, Maradona nunca la puso ahí, aunque de todos modos se sabe que sí.
En muchos casos los infartos suceden sin avisar. En otros, como en el del centro de Santiago, dan señales previas que nos alertan e indican el cambio urgente que debemos realizar.