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    El útero sagrado: La sabiduría ancestral para detener el colapso civilizatorio

    La crisis climática, la deshumanización tecnológica y la erosión de los vínculos comunitarios no son fenómenos aislados. Son síntomas de una herida civilizatoria que se remonta a hace 7.000 años, cuando sociedades equilibradas —donde la vida se veneraba en lugar de explotarse— fueron arrasadas por oleadas de violencia patriarcal. Al descifrar los símbolos de lugares como Çatalhöyük en Anatolia, los templos uterinos de Malta, los archivos vinčanos en los Balcanes, la ciudad sagrada de Caral en Perú o la tumba de la Dama de Cao en los Andes, no solo descubrimos un paraíso perdido: encontramos un mapa de navegación para nuestro colapso. Esta historia revela cómo el trauma de aquel genocidio cultural resuena en nuestros algoritmos eugenésicos, economías depredadoras y desconexión ecológica.

    Mundos en equilibrio. Cuando la vida era sagrada

    Hace milenios, desde las llanuras de Anatolia hasta las costas del Mediterráneo y las áridas tierras de los Andes, florecieron sociedades donde las mujeres encarnaban la conexión entre lo divino y lo terrenal. Sus asentamientos revelan una cosmovisión radical: la vida era un ciclo sagrado, no un recurso a dominar.

    En Çatalhöyük (7400-6200 aC, Anatolia), un laberinto de adobe sin calles ni puertas, murales mostraban diosas pariendo acompañadas por leopardos, símbolos de protección cósmica. Los muertos descansaban bajo los suelos de las casas sin jerarquías: hombres y mujeres compartían ajuares idénticos. Graneros comunales sin cerraduras hablaban de una economía basada en la confianza, no en la acumulación.

    En Malta (3600-2500 aC), los templos megalíticos más antiguos del mundo eran santuarios de fertilidad. Estatuas de diosas con caderas generosas y vientres gravídicos se alzaban sobre altares con forma de útero. No se encontraron armas, solo huesos rituales de toros decorados con espirales, símbolo eterno de regeneración.

    En Vinča (5500-4500 aC, Balcanes), nació la primera escritura europea: tablillas con símbolos lunares y espirales vinculados a ciclos agrícolas y menstruales. Figurillas femeninas con máscaras de pájaro sugieren rituales chamánicos dirigidos por mujeres. Los almacenes de grano colectivos reflejan un principio clave: la abundancia se comparte, no se acapara.

    En Creta Minoica (3000-1200 aC), los frescos muestran a sacerdotisas recolectando azafrán para medicinas ginecológicas. Su escritura contenía ideogramas de serpientes enroscadas, símbolos de sabiduría uterina. Rituales como el «salto del toro» celebraban la comunión con lo sagrado sin violencia.

    En Los Millares (3200-2200 aC, España), sus murallas concéntricas no defendían contra invasores, sino que albergaban observatorios astronómicos. Ídolos con ojos de lechuza —símbolos de vigilancia maternal— custodiaban necrópolis donde hombres y mujeres yacían con iguales honores.

    En los Andes, un espejo de equilibrio: Caral (3000-1800 aC) emergió como la primera ciudad de América, eco andino de Çatalhöyük. Esta sociedad pacífica carecía de murallas, armas o iconografía belica. Sus pirámides truncadas, alineadas con constelaciones, eran centros de conocimiento sagrado, no de poder coercitivo. Practicaban un trueque costa-sierra basado en la complementariedad, evitando la acumulación. Figurillas femeninas en plazas ceremoniales sugerían rituales vinculados a la fertilidad de la tierra, resonando con los «templos-útero» malteses. Sus posibles quipus —sistemas de registro— reflejaban una lógica no jerárquica.

    La ruptura violenta: Caballos, espadas y/o patriarcado

    ¿Por qué los pueblos esteparios desarrollaron una cultura de dominación? La respuesta yace en su ecología hostil. En las estepas ponticas, la supervivencia dependía de defensores rebaños nómadas. Al domesticar caballos e inventar carros de guerra y fabricar armas de bronce, tuvieron inmensa ventaja bélica y se convirtieron en depredadores móviles. Su estructura social se basaba en la propiedad privada del ganado, exigiendo linajes masculinos; el culto a dioses guerreros como Indra, Zeus u Odín; y la violencia sistemática. Estudios genéticos muestran que sus migraciones reemplazaron hasta el 75% del acervo genético europeo.

    El genocidio cultural fue brutal

    – En Talheim (Alemania), fosas comunes con cráneos fracturados revelan masacres planificadas.

    – En Vinča, figurillas femeninas fueron mutiladas: cabezas decapitadas, vientres rajados.

    – En Creta, los palacios minoicos muestran capas de ceniza sobre frescos de sacerdotisas. Su escritura sagrada fue reemplazada por registros de armas y esclavos.

    – Incluso en los Andes, aunque evitaron la invasión esteparia, el modelo de conquista se repitió. Tras la era de Caral, el Imperio Wari impuso centros urbanos amurallados y estructuras militarizadas, enterrando el modelo de plazas abiertas. En la cultura Moche posterior a la era de la Dama de Cao, la iconografía viró hacia rituales sangrientos y dioses guerreros, reflejando una desviación hacia el culto de la dominación.

    La Dama de Moche (100-800 dC): La Sacerdotisa que Desafía el Patriarcado

    El descubrimiento de la Dama de Cao fue un terremoto arqueológico. Ataviada con cetros de guerra y coronas de oro, encarnaba lo que se ha llamado «el principio divino femenino»: un liderazgo político-religioso completo sin necesidad de masculinización. Sus tatuajes de arañas y serpientes —como las diosas minoicas— representaban ciclos de muerte y renacimiento, no dominación. Los Mochicas bajo este legado dominaron la hidráulica para armonizar con el desierto, no explotarlo, al igual que los canales de Vinča alimentaban comunidades sin propiedad privada.

    La Herida Ancestral y el Colapso Moderno

    La imposición patriarcal generó una triada civilizatoria tóxica que hoy alcanza su clímax:

    1. Desacralización de la Tierra: Los esteparios introdujeron la agricultura de tala y quema. Hoy, su heredero —el capitalismo extractivista— devora el 173% de los recursos planetarios.
    2. Cultura del Desapego: Donde sociedades matrifocales practicaban crianza colectiva, el modelo estepario normalizó el abandono. La neurociencia demuestra que esto daña áreas cerebrales clave para la empatía.
    3. Eugenesia como Continuum: El exterminio de lo «débil» que iniciaron con masacres hoy resurge en el aborto selectivo del 90% de fetos con síndrome de Down. No es progreso: es la misma lógica con tecnología.

    Tejiendo el Regreso: Antídotos Ancestrales y Modernos

    La resistencia matrística nunca desapareció del todo. En Malta, los templos fueron reutilizados como santuarios curativos, no destruidos. La diosa serpiente minoica sobrevivió transformada en Atenea. En los Andes, Caral y la Dama de Cao encarnan las dos mitades de la solución:

    – Caral demuestra que es posible construir civilizaciones sin enemigos, donde la astronomía y el trueque basado en la confianza son los pilares.

    – La Dama de Cao prueba que el liderazgo femenino pleno y sagrado no es una utopía, sino un hecho histórico suprimido incluso en sociedades complejas.

    Hoy, estos legados ofrecen antídotos concretos:

    – Economías del cuidado: Siguiendo el modelo de confianza de Caral y Vinča, iniciativas como los permisos parentales obligatorios para hombres en Islandia reducen las brechas salariales.

    – Parto respetado: Recuperando la sabiduría de parteras como las de Oaxaca (México), que disminuyen cesáreas innecesarias un 70%, revirtiendo la violencia obstétrica.

    – Reconexión ecológica: Las «ciudades bosque» en China o la restauración de técnicas precolombinas de captación de niebla en las Lomas de Lucumo (Perú) integran naturaleza y urbanismo, como el principio vinčano o mochica.

    – Liderazgo regenerativo: Figuras como la Dama de Cao inspiran nuevos modelos, como el gobierno de Barbados con líderes mujer, trans y no binarios en simultáneo.

    – Tecnología humana: El legado de los quipus (posible registro no binario y narrativo) impulsa movimientos slow tech que recuperan sistemas analógicos comunitarios.

    Parir un Nuevo Mundo

    Los conquistadores esteparios no triunfaron por superioridad. Su modelo basado en la depredación se replicó como metástasis. Hoy, mientras misiles apuntan a ciudades y algoritmos seleccionan embriones «perfectos», la sabiduría de Çatalhöyük, Caral, Creta y la Dama de Cao grita desde el subsuelo:

    La solución no está en el futuro, sino en lo más profundo de nuestro pasado matrístico. Recuperar el equilibrio no significa invertir la dominación: implica restaurar el principio sagrado que un día gobernó desde Anatolia hasta los Andes —que dar vida, cuidar y regenerar son los actos políticos más revolucionarios—. Como escribió la poeta Adrienne Rich y evidencia la Dama de Cao:

    “Hubo un tiempo en que las mujeres éramos todas diosas, y ese tiempo puede volver” .

    Mientras el Reloj del Apocalipsis avanza, estos legados ancestrales nos urgen: la única tecnología que puede salvarnos ya fue inventada hace milenios. Está en nuestro útero colectivo, esperando ser recordada.

    Humberto del Pozo López es Magíster en Psicología (UNAM) y Magíster en Economía (UCL)

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