Por Miguel Ángel San Martín, desde Madrid
“Por sus frutos les conoceréis”, dice la lectura del santo evangelio según San Mateo 7 versículo 16. Y agrega “En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: Cuidado con los profetas falsos, porque se acercan con piel de oveja, pero por dentro son lobos rapaces…Por sus frutos los conoceréis”.
Apliquemos esto a Donald Trump, que trata de vestirse de oveja, pero actúa como un lobo hambriento que quiere devorar al mundo entero. Acaba de asumir el cargo de mayor poder en el orden mundial.
Trump se sacudió la piel de oveja y comenzó a firmar una serie de órdenes y decretos que lo muestran como el lobo hambriento del evangelio. Y entre tanto documento firmado se aprecia una verdadera declaración de guerra contra el resto del mundo.
No pueden interpretarse de otra manera sus anuncios en cuanto al comercio internacional, con elevados aranceles a los productos fabricados fuera de Estados Unidos. Quiere imponer la hegemonía del dólar en el mercado internacional. Pero más grave y provocativas son las medidas que adoptará en contra de los acuerdos internacionales sobre medio ambiente. “Perforar y buscar petróleo en todo el planeta”, gritó en su primer día de mandato, porque -entre otras medidas- apuesta por el petróleo y los vehículos de combustión.
Y puso en marcha de inmediato el plan de deportaciones masivas de inmigrantes, ordenando el estado de alerta y el control militarizado de sus fronteras, especialmente las del sur, colindante con México. Ya se están produciendo las redadas de inmigración en los hospitales, en los colegios y en las iglesias. A Trump no le importa, a pesar de que con esta medida se aumentará la cesantía y se provocará mayor inflación, porque son millones los inmigrantes que no consumirán, que no pagarán IVA, que dejarán de gastar.
Sus primeras acciones ya están provocando malestar en sectores que, aparentemente, le apoyan. Por ejemplo, la Iglesia Anglicana. El martes recién pasado Donald Trump junto a su séquito, acudieron a un oficio religioso en la Catedral Anglicana de San Pedro y San Pablo, en Washington. Inesperadamente, la Obispa Protestante Mariann Edgar Budde le señaló “Señor Presidente: hay niños gays, lesbianas y transgénero en familias demócratas, republicanas e independientes que temen por sus vidas. Aunque haya inmigrantes que no sean “ciudadanos” por no tener los papeles adecuados, la gran mayoría no son criminales”. Y luego agregó: “Le pido que tenga piedad, señor presidente”
Desde el exterior, Trump también está recibiendo respuestas sobre sus intenciones. Desde México, por ejemplo, la Presidenta Claudia Sheinbaum ha sido elegante al comentar la orden firmada por Trump en cuanto a cambiarle el nombre al Golfo de México por el de Golfo de América. Dijo: “Puede cambiarle el nombre, pero le advierto que se seguirá llamando Golfo de México para el mundo entero”.
Más contundente aún fue el discurso pronunciado -también el martes- en el Parlamento Europeo, por el diputado danés Anders Vistisen, militante del ultraderechista Partido Popular de Dinamarca. A propósito de los anhelos de Trump de hacerse con la Isla de Groenlandia, por las buenas o por las malas, el eurodiputado danés dijo en inglés: “Señor Trump, Groenlandia es parte de Dinamarca desde hace mucho tiempo, desde hace 800 años. No está a la venta. Y déjeme que le diga en palabras que seguramente pueda entender: Señor Trump, váyase a la mierda”.
Vistisen fue interrumpido de inmediato y el Vicepresidente de la Cámara, le señaló: “Independientemente de lo que pensemos del señor Trump, no es correcto hablar así en la sede de la democracia”.
Podría seguir citando reacciones inmediatas, como por ejemplo, Panamá y su canal; las organizaciones de derechos humanos; los países que han suscrito acuerdos de protección del medio ambiente, Etc. Etc.. Pero, en definitiva, quien siembra vientos, cosecha tempestades.
Y volviendo al evangelio según San Mateo: “por sus frutos los conoceréis”.