Por Miguel Ángel San Martín, desde Madrid
Las noticias no son buenas, Don Federico. Anuncian que usted ha partido hacia lo desconocido, cuando cumplía los 90 años de edad. Y se va dejando una estela de buenas obras que engrandecen a la especie humana y que son orgullo para su país.
Me acogió en su equipo de comunicaciones, gracias a la gestión que hizo otro chileno que le acompañaba cotidianamente en su gestión, al frente de la UNESCO. Mario Zamorano tenía la cualidad de haberse empapado de su forma de ver la vida, de prepararse para vivirla y de conocer varias lenguas para apreciar bien los matices de la especie humana. Recuerdo que usted me recibió con esa sonrisa cautivadora que tenía y esos brazos abiertos de la gente solidaria de verdad. Y me esforcé para cumplir en Madrid las necesidades de comunicación de esa institución -que sigue sin ser valorada en toda su expresión- como la describió con su accionar visionario.
Deja usted recuerdos imborrables, lecciones magníficas, ejemplos superlativos que fueron tantos, que siempre quedará algo en el olvido histórico. Sin embargo, para nosotros, los chilenos exiliados que le acompañamos en alguna etapa de tan prolífica vida, hemos atesorado de tal manera su forma de ser, que a menudo recurrimos a sus análisis profundos para encontrar las respuestas justas a preguntas vitales.
Ayer, en cuanto supimos de su partida, con mi coterránea de país y de pueblo Tatiana Pérez Gándara, recordamos con lágrimas en los ojos nuestras conversaciones con usted.
Personalmente, nunca voy a olvidar una frase suya pronunciada ante un auditorio plagado de autoridades mundiales, de cerebros mayores, de personalidades de todo tipo y de políticos. Con la sencillez de los sabios, les dijo: “Hemos desarrollado grandes talentos de la ingeniería para construir un oleoducto que nos trae petróleo desde África, cruzando zonas desérticas y por debajo el mar. Obra gigante que responde a una necesidad importante. Y ahora les pregunto, ¿Por qué no desarrollamos ese mismo talento para construir por ese mismo trayecto y de esa misma forma, un acueducto que lleve agua a millones de seres humanos que sobreviven en condiciones terribles en Africa?”
De verdad, Don Federico, no me cansaré de citarle, de recordar sus planteamientos profundos, sus ideas cargadas de futuro, sus ejemplares acciones…No, no me cansaré de destacar la calidad humana y solidaria desarrollada por usted, permanentemente.
Don Federico Mayor Zaragoza, hombre bueno del mundo, descanse en paz.