Las tragedias no se politizan

Miguel Ángel San Martín. Periodista, desde Madrid

 

Politizar una tragedia es censurable porque alberga bajos instintos, niveles menores y resguarda intereses bastardos. Politizar una tragedia y sacar réditos en beneficio personal o de un grupo, es intentar destruir la convivencia social, es potenciar el odio, es hundir la democracia. Hay personas sin escrúpulos que lideran estos grupos, a quienes no les interesa el ser humano y dejan atrás la solidaridad, la humanidad, la hermandad.

Digo esto basándome en lo que está sucediendo en España con los fenómenos atmosféricos nunca antes vistos en la Historia, especialmente los desbordes de ríos que arrasaron en la zona de Valencia con todo lo que encontraron a su paso, causando muerte, destrozos y lanzando a familias enteras a un futuro incierto.

Una tragedia de inmensas proporciones, que deja cifras de espanto, con 78 municipios afectados, más de 220 muertos, casi una veintena de desaparecidos, poblaciones enteras destruidas, casas derrumbadas o edificios con sus bajos peligrosamente inutilizados, por la acción del agua y el barro. Calles taponadas con más de 10 mil vehículos de todo tipo, arrastrados por las aguas y destrozados. Vías férreas, puentes, túneles y carreteras inutilizadas en una gran extensión. Más de 30 mil empresas arrasadas, con maquinaria inservible, con productos inutilizados, comercios destrozados. En fin, pueblos enteros con vida paralizada.

La urgencia en esta emergencia era -y sigue siendo- prioritaria. Las autoridades debiendo adoptar las medidas más adecuadas para acudir en ayuda de los que aún estaban aislados, bloqueados, encerrados en diversos lugares de la geografía y en los restos de sus casas. Por estructura legal, en España las autoridades regionales son responsables de enfrentar estos hechos, tipificados en tres niveles, hasta el Nivel 2. Si no son capaces, pueden pedir el Nivel 3, que es una alerta nacional, con lo cual ceden el mando a las autoridades del Estado. Pero en el caso de Valencia, el Presidente de la Generalitat Valenciana no lo hizo y aún no lo han hecho. Y esto, a pesar de que los científicos habían declarado Alerta Roja.

Sin duda alguna, en la Región Valenciana no estuvieron a la altura de las circunstancias, falló todo el sistema, desde la prevención hasta las alertas inmediatas. Ahora hurgan en la política barriobajera para tapar sus propias incompetencias. A pocas horas del suceso, un dirigente nacional salió acusando al Gobierno Central de no cumplir, apoyándose en burdas mentiras, en “bulos” como le dicen en España.

Desde el Gobierno Central no ha habido reacciones a las provocaciones. Sólo se han dedicado a acudir en ayuda de quienes estaban sufriendo una tragedia sin precedentes. Se pusieron a disposición de las autoridades regionales todos los recursos dependientes del Estado. A primera hora del día después de la riada, 500 efectivos de la Unidad Militar de Emergencia (UME) estaban en la zona afectada, esperando las órdenes de las autoridades regionales para entrar. Pero no había un plan de actuación ante la emergencia y toda acción se tardaba en llegar a los lugares afectados. Increíblemente, posiblemente para justificarse, han seguido sumando bulos para culpar a otros de su propia inoperancia.

“Las mentiras tienen las patitas cortas y pronto se las alcanza” decían los modestos y viejos campesinos de mi país. En el caso que nos ocupa, los destinatarios de las provocaciones se vieron obligados a hacer públicos los itinerarios de las alertas, de las advertencias hechas por los científicos de la Agencia Española de Meteorología (AEMET), con más de cuatro días de antelación. Y también se publicó la secuencia del trágico día 29 de octubre, muchas horas antes de que se desencadenara la tragedia. Muchas alertas que se dieron insistentemente, especialmente cuando pasaban del color Naranja al Rojo. Sin embargo, en Valencia no se tomaron en cuenta o se minimizaron. Incluso más: al mediodía del martes 29 (o sea seis o más horas antes de las inundaciones), una ministra intentó tres veces hablar con el presidente de la Generalitat Valenciana, pero no lo encontró. Hasta que pudo hablar con él. La autoridad regional, en plena riada, desconoció las advertencias y afirmó por las redes sociales “que a las 20 horas se terminaba” el temporal.

Hay muchos testimonios, videos, fotografías y grabaciones que corroboran todo lo que estoy diciendo. Pero a pesar de tan contundente documentación oficial, estos politiqueros siguen tratando de escabullir sus responsabilidades, a través de mentiras y, lo que es peor, azuzando a las víctimas a que descarguen su ira contra otras autoridades que venían a ayudar y no tenían competencias para enfrentar la crisis. Por ejemplo, agrediendo a los Reyes y al Presidente del Gobierno.

Al propio pueblo valenciano no se le puede engañar tan burdamente. El fin de semana pasado una muchedumbre de más de 130 mil personas salió a las calles en manifestaciones convocadas por un centenar de organizaciones vecinales, de trabajadores, deportivas y culturales para protestar por la tardanza en acudir en ayuda de los damnificados. Y en esas manifestaciones identificaron plenamente a los verdaderos responsables y enfrentaron decididamente a los violentos que quisieron provocar hechos de fuerza, buscando ensuciar la manifestación y quebrar la democracia. A éstos, la enorme mayoría les repudia.

La lección de lo ocurrido, y que debemos aprender, es distinguir a quienes quieren romper la convivencia social, de aquellos que saben priorizar las necesidades de las emergencias, saben practicar la solidaridad y que construyen con su ejemplo, día a día, la verdadera democracia.

Fotografía Carlos Mazón, presidente de la Generalitat Valenciana