Por Miguel Ángel San Martín, desde Madrid
Llegó la hora de la verdad. La Democracia vuelve a ser ejercida en Chile en su mayor amplitud. Mediante el voto, mañana sábado 26 y pasado mañana domingo 27, los ciudadanos van a votar para renovar Gobernadores, Consejeros Regionales, Alcaldes y Concejales. Es la participación de todos por igual, donde la opinión de cada uno vale lo mismo, o sea al emitir el voto no importan condición, creencia u opción de vida.
Quince millones y medio de ciudadanos chilenos deben dirimir democráticamente sobre quiénes deben gobernar, por un periodo de cuatro años, los destinos de las regiones y los municipios. Y los ciudadanos deben hacerlo obligatoriamente, porque así lo señala la Ley que establece con claridad que cada ciudadano tiene el derecho a ejercer la democracia y, a la vez, tiene la obligación de hacerlo.
Son elecciones donde se decide la parte más cercana de la Administración Pública a los ciudadanos. Por lo mismo, es la menos política del sistema democrático y la más personal de quienes postulan. Quizás por eso, la gran mayoría de los candidatos no mostraron en campaña su adscripción a partido alguno y se inscribieron como “Independientes” en listas de coaliciones representativas de opciones generales. Unas son de derecha, otras de izquierda o de centro, pero ellos no han reconocido públicamente su militancia.
La verdad es que, en Chile la gente se conoce en los pueblos y en las ciudades, por lo tanto, el valor de cada persona no pasa forzosamente por una militancia política. Y, por otra parte, los partidos políticos se encuentran en una profunda crisis, con una aceptación bajísima de la población. Son los peores evaluados en las encuestas. Esto viene a demostrar que los partidos se enfrentan a una falta de credibilidad enorme, producto fundamentalmente de la corrupción que golpea con demasiada frecuencia a cargos de la administración pública.
Además, esa desconfianza popular también alcanza a la propia actividad política, con lo cual hay mucha gente capacitada que no tiene interés en participar activamente en las organizaciones partidarias, y ni siquiera en la actividad política en general. Eso nos repercute seriamente porque se produce una falta preocupante de liderazgos claros, preparados, con talento y experiencia.
A menudo se comenta que la realidad chilena es ficticia, porque hay intereses que desfiguran lo que ocurre, ocultando éxitos y magnificando fracasos. Para ello se utiliza toda clase de medios de comunicación, por donde se lanzan los mensajes tergiversadores en una gigantesca manipulación social.
Además, también se manipula a las instituciones que deben cumplir con un trabajo importante de fiscalización de la actividad pública y de aplicación de la ley en toda su rigurosidad. De ahí surgen los llamados “juicios paralelos”, donde se juzga y acusa a cualquier personaje público a través de los medios y redes sociales, basándose muchas veces en informaciones falsas o manipuladas. Esto deja al desnudo y sometidos a presiones externas a los organismos que deben impartir justicia en forma honesta y leal.
La manipulación de la realidad nos transforma hechos censurables en episodios positivos y viceversa. La repetición de aquellos falsos mensajes, utilizando a personajes conocidos y medios comunicacionales al unísono, al final se transforma en una verdad social ficticia, en una irrealidad aceptada.
La sociedad tiene en sus manos recuperar las verdades a través de la Democracia. El voto es el arma más efectiva, porque es igualitario para todos los ciudadanos, es secreto y libre. Lo único que debe tener el ciudadano es una información veraz, completa y clara sobre quiénes son los postulantes a representarles y cuáles son sus programas de actuación.
Elegir en conciencia es lo necesario, si temores ni presiones. Luego tendremos la ocasión de hacer un seguimiento de que se cumplen los proyectos ofrecidos y la posibilidad de fiscalizar la conducta de quienes elegimos.
Como ha llegado el momento de la verdad, en beneficio del conjunto de la sociedad vamos a ejercer nuestro derecho cívico con la confianza de que nos protege el sistema democrático que es justo, igualitario y en paz.