Crisis de los partidos políticos

Por Miguel Ángel San Martín, desde Madrid

 

Lo hemos dicho machaconamente, como una verdad absoluta: La Democracia es el mejor sistema de convivencia social en el mundo. Ha sido creado hace muchos siglos y sigue vigente. Por lo tanto, debemos conocerla, estudiarla, entenderla y, por sobre todo, defenderla.  Para ello, debemos estar atentos a los avatares que sufre el sistema democrático, cuando algunos aprovechados pretenden utilizarlo en su favor para mantener privilegios. Pero, como también lo hemos dicho muchas veces, para defender este sistema, las grandes mayorías, tienen sus canales de participación abiertos para actuar con contundencia.

En la actualidad, el sistema democrático está sufriendo tergiversaciones y manipulaciones debido a que aquellos desaprensivos se aprovechan de las falencias, desidias u otros fallos de la institucionalidad para cumplir con su función.  Debemos tener muy claro que el sistema funciona si es el pueblo el que se organiza y actúa de tal manera que no aparezcan resquicios por donde metan sus narices quienes quieren aprovecharse.

Dentro de la institucionalidad para el funcionamiento democrático, los partidos políticos juegan un papel preponderante, porque son ellos los que deben representar las diversas opiniones e ideas que emanan del pueblo mismo.  Son corrientes legítimas y necesarias del pensamiento, las que transmiten ideas y que proponen el cómo se desarrollan en beneficio de las mayorías.

Son los Partidos Políticos los llamados a recoger los anhelos de los grupos de personas que proponen iniciativas para el desarrollo de la convivencia social, buscando las mejores fórmulas y analizándolas comparativamente con otras ideas expuestas desde otros sectores que piensan distinto.  La Democracia les da las instancias suficientes para analizar y discutir sobre las diversas visiones, buscando consensos que unifiquen los criterios del desarrollo general.

Pero, si los partidos políticos, en si mismos, no son capaces de elaborar proyectos, o no tienen liderazgos suficientes como para proyectar iniciativas y técnicas para tal desarrollo, una parte importante de su militancia dudará del sistema. La democracia estará en peligro.

También puede ser que, internamente, los partidos sean manipulados por personas o grupos que buscan su propio beneficio. O falsos líderes que se aprovechan de la infraestructura partidaria para alcanzar poder o enriquecerse corruptamente.

Todo eso lo rechazan las grandes mayorías populares. Porque poco a poco la infraestructura partidaria va mermando, va reduciéndose y va perdiendo credibilidad. La Democracia se resiente. Entonces surge la exigencia creciente de rechazo a las prácticas corruptas y se inicia de inmediato la búsqueda de los nuevos liderazgos, más sanos, abiertos, transversales y creíbles.

En Chile, al borde de una importante elección municipal y regional, hemos podido comprobar que la dimensión de la crisis de los partidos políticos ha llegado a un punto delicado. Es una crisis que ocurre en todos los partidos del sistema chileno. Y es muy seria porque se va reduciendo el sentido de la propia Democracia.

Para comprobarlo basta con ver las listas de candidatos a Concejales, Alcaldes o Gobernadores Regionales. Van agrupados en listas de movimientos, de coaliciones diversas y cuentan con muchos “independientes” que han sido acogidos en estas listas. ¿Es que al interior de los partidos la gente no se quiere comprometer como militantes?

Si se fijan en la publicidad de los candidatos verán que una gran mayoría no indican a qué partido pertenecen. Seguramente tienen sus ideas y se acercan a los partidos más coincidentes, pero no lo dicen expresamente, sencillamente lo ocultan.

Los Partido Políticos se han empequeñecido, han quedado sin credibilidad. Eso no es bueno para la democracia, porque se trata de una falta de confianza en el conjunto del sistema político que se generaliza rápidamente.

Los Partido Políticos son necesarios para el avance y crecimiento de la sociedad. Deben ser los canales efectivos donde converjan las diversas ideas y abran el debate que debe buscar las mejores soluciones para los problemas de la misma sociedad. Si esos estamentos no funcionan, es toda la sociedad la que no avanza. Es la gente la que resulta perjudicada. La Democracia, como elemento de regulación de la convivencia en paz, no cumple su función y la vida en común se estanca, se paraliza y se deteriora.