Minorías mayoritarias

Por Miguel Ángel San Martín, desde Madrid

 

Lo que voy a decir está basado en lo que ocurre en la política española, país donde resido desde hace 46 años. Sin embargo, creo que lo que pasa en Chile puede parecerse mucho. Me refiero a la actuación de los políticos, ya sea de Gobierno o de oposición, que no se dan cuenta de que sus discursos que buscan desgastes de sus oponentes, consiguen solamente desgastar a la Democracia y a la paciencia del pueblo.

Me explico. En España gobierna, desde el 16 de noviembre del 2023, el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), con su líder Pedro Sánchez encabezando una muy amplia coalición. Le llaman “coalición progresista” y en ella participa además el izquierdista Sumar. Cuenta con el apoyo externo de los partidos de ámbito autonómico catalán Esquerra Republicana y Junts, el vasco EH Bildu, el Partido Nacionalista Vasco, el Bloque Nacionalista Galego y Coalición Canaria.

Frente a esta coalición, el derechista Partido Popular, con su líder Alberto Núñez Feijoo, se ha aliado con los ultraderechistas Vox y Se acabó la fiesta, movimiento surgido en Cataluña y que ha ido cobrando fuerza poco a poco.

El Partido Popular fue el más votado en las elecciones de 2023, pero según la Constitución Española es el Parlamento quien decide quien gobierna. Por lo tanto, las coaliciones funcionan allí y deciden quién Gobierna, incluso con una mayoría simple de los votos de los diputados.

El Rey convoca a todos los líderes de los partidos del arco parlamentario y les consulta sobre sus intenciones. Luego llama a quien ha recibido más votos y le encarga alcanzar la mayoría parlamentaria. Así es que llamó a Alberto Núñez Feijóo y le encargó formar Gobierno. Como éste sólo alcanzó el apoyo de 171 parlamentarios, cinco votos menos que la mayoría absoluta, el Rey llamó a Pedro Sánchez, quien alcanzó el compromiso de 179 parlamentarios.

Sin duda que se trata de un gobierno que tiene una base muy condicionada, porque cada cual que le apoya quiere sacar un beneficio particular en la legislatura. Mientras que enfrente, el Partido Popular se siente perjudicado porque dice que ha sido el más votado y que debería estar gobernando, pero este argumento choca con las posibilidades constitucionales que tiene el PSOE.

Por eso la oposición se ha enrabietado y utiliza toda clase de argumentos, cual más peregrino, para desgastar a Pedro Sánchez y a su gobierno. Y en su actuación hace uso de todos sus medios de comunicación, incluyendo las redes sociales, para lanzar todos los días argumentos alejados de la realidad y bulos falsos que circulan sin control farandulizando la realidad política.

Desde el Gobierno se defienden contrarrestando con datos y cifras que demuestran avances concretos de su gestión, pero caen también en la controversia baja y perversa del “y tú más”, que desprestigia a la política. Si le acusan de corrupción, responden con otras acusaciones de corrupción pretendiendo “empatar” la situación.

Esto va, lógicamente, desgastando a los líderes, a sus partidos y, por consiguientes, a la actividad política en general. O sea, se desprestigian mutuamente y van haciendo daño a la propia democracia. Lo peor, es que este sistema de banalizar la política va permeando a otras instituciones del Estado, que deben ser garantes de una convivencia social con equidad y en paz.

En España se está politizando la justicia. Y se está judicializando la política. Y eso no está bien. El poder Ejecutivo tiene por misión responder a las mayorías que les votaron y cumplir con las promesas hechas en campaña. El Poder Legislativo tiene la misión de legislar acorde con los intereses de las mayorías de la ciudadanía. El Poder Judicial debe impartir justicia en forma imparcial, veraz y contundente, según la legislación que lo indique.

La Democracia es la única fórmula de convivencia social que pervive en el desarrollo humano. Es un sistema muy antiguo y que se ajusta a las necesidades de justicia e igualdad para todos. Y significa que son las mayorías populares las que indican los caminos por donde debe avanzar la gestión de los gobernantes.

Por lo consiguiente, si las cúpulas políticas no actúan con decencia y ecuanimidad, será el pueblo mismo quien defienda este sistema de convivencia. La democracia le entrega los votos como armas para hacerlo, con contundencia y en absoluta paz.