Por Álvaro Lara, periodista
Desde mucho antes que se iniciaran los Juegos Panamericanos el tema fue puesto sobre la mesa: ¿qué va a pasar después con toda la infraestructura especialmente construida? ¿qué será de los más de 600 millones de dólares invertidos?
Conociéndonos, uno de los destinos más seguros es el óxido, las filtraciones, la humedad y un largo etcétera, porque pensar en una utilización permanente de tan vistosos y sólidos recintos es casi utópico.
Aclaremos que el boxeo, el tenis de mesa, la esgrima, el voleibol, el básquetbol, los deportes ecuestres, el remo, el canotaje y algún otro, no se desarrollaron en instalaciones “propias”, de modo que sólo fueron allegados y su legado se reduce a algunos implementos que habrán quedado guardados.
También es necesario precisar que la tecnología vista en las competencias -pantallas led, marcadores electrónicos y otros- estuvieron ahí sólo para la ocasión. En ningún caso quedaron instalados ni forman parte de “el legado”.
Pero sí lo son los centros construidos, principalmente el denominado “Parque Estadio Nacional”, como la explanada de deportes urbanos, el centro de deportes de contacto, el centro de las raquetas y/o el centro de deportes colectivos. Son canchas y edificios de arquitectura moderna y diseño de acuerdo a las necesidades propias de cada disciplina.
La administración de esos recintos quedará en manos del Instituto Nacional del Deporte, que deberá financiar su mantenimiento, fundamentalmente a través de dos vías: el aporte fiscal (nuestros impuestos) y el arrendamiento.
¿Quiénes debieran interesarse en su arriendo? Obviamente las asociaciones y las federaciones, las que a través de gestión tendrán que generar competencias nacionales e internacionales. Pero ¿querrán pagar por el uso de esas instalaciones? ¿o mendigarán al IND para que se las faciliten gratuitamente? Conociendo a la clase directiva del deporte chileno no quedan dudas que seguirán este último camino.
¡¡Y sí que lo hicieron!! Porque el martes 7, cuando no se habían cumplido 48 horas del cierre de los Juegos Panamericanos, una quincena de federaciones envió una carta al Presidente de la República pidiéndole “la administración de la infraestructura y equipamiento con una base de financiamiento asegurado con glosa específica en el presupuesto de la Nación”.
Firman la carta -entre otras- la Federación de Andinismo (¿¿??), la de Esquí Náutico y Wakeboard (se compitió en una laguna particular), la de Rugby (tiene su propio centro de entrenamientos en La Reina), la de Balonmano (se jugó en Viña del Mar), etcétera.
Claramente conjugan aquello que en el pedir no hay engaño.
Por tanto, el cemento resquebrajado por donde asome la maleza, el enrejado oxidado, la madera desvencijada, los baños putrefactos y los camarines con hongos parecerían ser el destino de “el legado”, mientras la dirigencia del deporte chileno no asuma su verdadero rol de dirigir, gestionar y trabajar para el bien de nuestro deporte y lo más importante: el público y los deportistas.