El racismo se ha apoderado como un signo de la intolerancia de los tiempos. La sociedad organizada ha hecho esfuerzos desde hace un par de siglos para, primero, terminar con la esclavitud y hoy con la discriminación, siendo el racismo una constante entre ambos extremos de esta cadena.
En Europa las expresiones contra los negros son tan marcadas como en Estados Unidos. La violencia que llega hasta la muerte se expresa a diario en las policías en Norteamérica, y en Europa las víctimas más connotadas son deportistas negros, como sucedió este domingo en el estadio del club Valencia.
Ahí se jugaba un partido ante el Real Madrid, cuando la tribuna comenzó a hostigar a Vinicius Jr., astro brasileño madridista, al que le gritaban cánticos ofensivos. El hecho desembocó en un reclamo mundial. Desde el Presidente Lula, que se encontraba de visita en Japón, hasta Cristiano Ronaldo, desde Arabia Saudita. El jugador levantó la voz para denunciar al presidente de La Liga española, por no condenar el hecho y se desató una ola de solidaridad mundial.
En Chile, todo lo contrario. Grupos parlamentarios de derecha han azuzado en redes sociales al odio contra Elisa Loncón, a quien demandan que muestre sus títulos (tiene dos doctorados), cuestión que ninguno de los que la acechan pueden exhibir.
Ella es mapuche y fue presidenta de la Convención Constitucional. Hoy goza de un año sabático en la USACH, donde es académica. Ese hecho ha devenido en actos que a personas de tez blanca o apellidos vinosos nadie le exigiría, pero es Loncón.
Hay mucho por decir, pero mucho más por reflexionar. Tanto Vinicius Jr. como Elisa Loncón tienen derecho a vivir en paz, a ser tratados como personas, a desenvolverse en la sociedad. Es lo que se llama hoy mínimos civilizatorios, los que estamos perdiendo y, a la vez fomentando con la desidia.
Este fin de semana fue un paso atrás en los derechos humanos. La misma presidenta de un partido, el PPD, trató de «monos peludos» en una entrevista en La Tercera a sus adversarios políticos. Acá no caben solo disculpas, sino asumir responsabilidades. Vinicius Jr. y Elisa no deben andar solos en la vía pública, porque el odio está desatado y corren peligro, y Piergentili debe renunciar a la presidencia del Partido Por la Democracia.