Son muchos los resultados de la elección de convencionales constituyentes del domingo 7 de mayo. Como siempre, solo hay ganadores y ningún perdedor, según reza el manual de la Política: los triunfos se celebran porque son propios, y las derrotas se explican porque son circunstancias ajenas. Sin embargo, algo cambió, aunque no da para un cambio ni de época ni de eje. Solo anuncia futuras batallas, con cuadros de soldados recompuestos. Veamos.
El primer resultado, ampliamente previsto, es la derrota del gobierno de Gabriel Boric, quien ni corto ni perezoso hizo una autocrítica y llamó al Partido Republicano a no cometer los mismos errores que “nosotros”, dijo. Las reacciones en los días siguientes indican que preparan su salida hacia el centro y que internamente en el oficialismo, habrá una disputa cerrada por el “programa de gobierno” y la orientación que este tomará. Entre encerrarse en dos o tres reformas emblemáticas: salud, previsión y educación, que aguantan cualquier interpretación en el tiempo, o atrincherarse para salvar la “imagen histórica” para otra batalla futura. Tal disputa se zanjará entre el PS y el PC donde la disyuntiva dramática es si este último se queda y aguanta o se va del gobierno. La ministra Vallejo, con su imagen de virgen de pueblo, no da para mucho más. Pero no cabe dudas que el carácter del gobierno será de administración en la medida de lo posible pues no hay espacio político para más, y posiblemente con apuntes
doctrinarios a la redacción de la nueva constitución.
El segundo resultado es la amplia derrota de los partidos tradicionales de centro e izquierda. A excepción del PC y el PS, todos salieron trasquilados. La DC y el PR quedaron ad portas de desaparecer, y el PPD de disolverse. Este no tiene ni tradición histórica ni doctrinaria que perder. El juego oportunista de poder de sus lideres lo alejó tempranamente de la posibilidad de ser una socialdemocracia con anclaje popular y social, lejos de la marxista. Lo más probable que estas tres fuerzas busquen poder reintegrarse más estrechamente al gobierno para no perecer. En ese resultado, los que quedan directamente enfrentados en el manejo oficialista son el PS y el PC, de cuya fricción o entendimiento puede salir el bloque político que sostenga la administración del gobierno, o una que lo vuelque hacia el centro y termine por dar al trasto con el frente amplismo y configure una nueva alianza oficialista.
El tercer resultado es el abultado porcentaje de votos del Partido Republicano, que lo pone como el partido más votado del país y a la cabeza de la derecha tradicional. Sumando sus votos con los de la UDI, Renovación Nacional y Evópoli, acerca a la derecha al 60% del electorado por primera vez en democracia. Ello tiene dos consecuencias inmediatas: perfila nítidamente a José Antonio Kast en su carrera presidencial, y cambia el eje de poder en la derecha.
Pero en política las matemáticas son compuestas y no basta saber sumar y restar sino se debe poner atención a los algoritmos del proceso. El Partido Republicano tiene un problema de elenco, no tiene figuras suficientes para canalizar y sostener en el tiempo su avalancha de votos. Y debe pasar el test del plebiscito de diciembre, ahora como responsable mayor de la nueva constitución que se proponga, y también la elección municipal del 2024. Si bien esta última urge a todo el mundo político, para los republicanos es vital pasarla bien o… que se postergue, como se les ha ocurrido a varios actores políticos. Para ello su gestión parlamentaria y el plebiscito será una barrera formidable que, en un campo político fractal, nadie sabe para quien trabaja.
El cuarto resultado es la disolución del Partido de la Gente cuyo líder salió corriendo a las 7 de la tarde a tomar un avión a su domicilio en Estados Unidos. Habrá que ver si sus votos engrosaron los nulos o están en Republicanos. Poco más que agregar.
El quinto es la muerte cívica de los electos que no pueden en los próximos cinco años aspirar a nada, que equivale a la muerte política de algunos candidatos derrotados. Como Ricardo Núñez (PS) derrotado por la paridad de género, Marcelo Schilling (PS) derrotado por el apoyo de Rodrigo Mundaca a Aldo Valle, Jaime Ravinet (ex DC, ex ministro de Lagos, es de Piñera, candidato de Evópoli) a quien le pegaron con un puente mecano por su (in)coherencia política, Rodrigo Delgado (UDI) responsable de los guetos verticales de Estación Central, o Sergio Bitar(PPD), todos los cuales no pudieron reeditar su liderazgo renovador. Pero como en política solo existe la muerte biológica, vaya a saber en que lugar, partido o movimiento resucitan.
El proceso electoral resultó impecable, a excepción de los ripios organizativos del SERVEL que requiere una auditoria efectiva de sus procedimientos. Pero hay que decir que un 40% del padrón habilitado no votó o votó nulo y blanco. Y ese es un temazo, porque nadie puede considerar que el voto nulo no expresa un malestar y que el ambiente electoral sigue volátil.
Por eso los resultados deben tomarse con pinzas y proyectarse al futuro. La tarea de ponerle presión a una nueva constitución bajo bordes autoritarios y dar por cerrado el ciclo puede dar un escenario social catastrófico.
La matriz sociopolítica del país tiene su impulso en la concentración del poder económico, y eso sigue intacto. Si no, pregúntenles a los socialistas que dominan el gobierno y negocian el litio con SQM y agentes de Ponce Lerou.