En el año 2014 Valparaíso sufrió el mayor desastre de este siglo. Un mega incendio que dejó a más de 3 mil familias sin casa. Todos tenemos vivos los recuerdos de esa tragedia, y tan vigentes que justo ahora, que le tocó a Viña del Mar, la respuesta fue inmediata. Se aprendió de lo vivido hace 8 años, pues de lo contrario el desastre pudo ser igual o mayor que aquel siniestro porteño.
El Presidente Gabriel Boric comprometió apoyo hasta restablecer a las familias condiciones de vida dignas, lo que me recuerda la misión que me encargó en aquel entonces la Presidenta Michelle Bachelet como asesor de la delegación presidencial en Valparaíso.
El fin de semana seguramente habrá agotado el espectáculo televisivo y desde hoy, aparte de Viña del Mar donde el dolor seguirá siendo lacerante, de a poco disminuirá la intensidad noticiosa del hecho, se normalizarán y rutinizarán las acciones, y empezará una enorme tarea comunitaria, además de la del Estado, de ocuparnos por la suerte de las personas y familias damnificadas.
Lo primero, fue restablecer el sistema sanitario, dotando de agua y baños a sectores que incluso nunca habían tenido uno. Esa tarea demoró 90 días, donde las empresas del rubro desarrollaron sistemas que luego perfeccionaron, y que llegaron en forma y tiempo, pese a las dificultades logísticas y de accesos.
También se adoptaron sistemas de viviendas dignas, nunca más se entregaron mediaguas por parte del Estado. Empresas nacionales introdujeron los paneles SIPs, una forma rápida de construir, y con eficiencia energética. Muchas personas también limpiaron los sitios y con recursos propios comenzaron a volver a la mayor normalidad posible después de la tragedia, dejando atrás la emergencia y asentándose, las más de las veces, en el mismo lugar.
Hoy la situación es similar aunque a menor escala, pero igualmente devastadora. Los réditos políticos cuando ocurren estas tragedias ni siquiera deben pensarse, pues carecen de todo valor ético y de bien común. Las autoridades que manejan las emergencias deben tomar el bastón de mando a contar de hoy lunes, porque están preparadas para ello y deben hacerlo. El fin de semana seguramente habrá agotado el espectáculo televisivo y desde hoy, aparte de Viña del Mar donde el dolor seguirá siendo lacerante, de a poco disminuirá la intensidad noticiosa del hecho, se normalizarán y rutinizarán las acciones, y empezará una enorme tarea comunitaria, además de la del Estado, de ocuparnos por la suerte de las personas y familias damnificadas.
Quienes somos viñamarinas y viñamarinos deberemos también salir de la emergencia, y retomar la brega ardua del día a día, sin olvidarnos de estos y los otros problemas que vivimos a diario en nuestra ciudad. Enumerarlos y ordenarlos en importancia o urgencia es materia de otra columna. Posiblemente, acompañados y después del tiempo de Festival, nuestro carnaval tapa amarguras, hecho para edulcorar lo malo, para vivir la vida como es, de dulce y de agraz, con la firme esperanza que no falte el pan en ninguna mesa. Todo con nuevos bríos. No dejemos que el incendio nos queme las esperanzas y la voluntad.