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Logró ganarse un lugar en la radio y televisión y hacer creer a muchos, en ese entonces, que venir de Conchalí no era impedimento para alcanzar la cima… Aunque con una cebolla intentaron ponerlo en su lugar.
«¿Cuándo vai’ pa la casa?» era la frase típica de Zalo Reyes, personaje cotidiano de la televisión y la radio AM de la década de 1980 y que murió el domingo último a causa de varias dolencias que arrastraba hace años, pero que no evitaron que se las arreglara para seguir activo en lo suyo, la música popular, la «canción cebolla».
Los que tienen más de 40 años lo recuerdan cantando en programas como «Éxito», «El Festival de la Una» y sobre todo en «Sábados Gigantes», el en ese entonces maratónico espacio sabatino que con bloques a ratos grabados y otros en vivo, era parte de la vida cotidiana de las familias de la época. La tarde se volvía noche y ahí estaba Zalo Reyes, en los paneles de concursos donde participaban los «famosos», a ratos incluso animando, y por supuesto entonando su repertorio.
«Con una lágrima en la garganta», «Mi prisionera» y tantos otros temas catapultaron su éxito, mezclado con una suerte de arenga por haberle torcido el brazo al destino. Y es que en ese tiempo era un ejemplo, casi una rareza, el hecho de llegar tan lejos y ser al mismo tiempo un hijo de vecino de Conchalí. «No me cambio ni de casa ni de barrio», decía en su época más próspera.
Curiosamente, uno de sus temas más recordados no era suyo. «Ramito de Violetas» es de la cantautora española Evangelina Sobredo Galanes, conocida como Cecilia, quien murió en un trágico accidente automovilístico en 1976. Zalo Reyes sin embargo, logró «cebollizarlo» y adaptarlo a la época usando el llamado jerigonzo:
«Quien te escribía a ti versos
Dime niña quién era,
te mandaba flores
en primavera.
Cada nueve de noviembre,
Como siempre sin tarjeta,
te mandaba un ravimivitovo deve violetas».
¿Cuántas mujeres no habrán soñado con ese ramito en esa época tan triste?
Conocido como «El gorrión de Conchalí», vivió su momento de maxima gloria cuando fue parte del show del Festival de la Canción de Viña del Mar en 1983. Fue la única vez que participó en el certamen y se llevó los máximos galardones: la antorcha y la gaviota de plata.
En adelante vendría su participación en distintos estalares televisivos, incluido el programa donde fue hipnotizado por el «mentalista» Tony Kamo y se comió una cebolla que supuestamente era una exquisita manzana. De alguna manera, lo que quizás se pensó como una simple humorada, terminó convirtiéndose en un episodio doloroso para el artista, que para muchos no fue otra cosa que una muestra de discriminación por origen, que echaba por tierra ese ideario -forzado- de que cualquiera podía en Chile escalar socialmente.
Muestra de que fue una herida que tardó en sanar, es que el propio Zalo Reyes volvió a recordar el asunto varias décadas más tarde, cuando dijo en una entrevista que en realidad nunca estuvo hipnotizado y que se trató sólo de una actuación.
La fama no siempre fue para él una buena compañera. De hecho reconoció que tuvo «malos amigos» y que debió luchar para salir de consumo de drogas, en especial la cocaína. La salud tampoco lo acompañó y vivio momentos amargos cuando, a causa de la diabetes, sufrió la amputación de algunos dedos de un pie. Así y todo, se las arregló para seguir cantando y grabando sus canciones en un estudio que montó dentro de su casa.
Boris Leonardo González Reyes, así se llamaba en la vida real, sufrió en las últimas semanas una descompensación que obligó a que fuera internado en el Hospital Clínico de la Universidad de Chile. Logró salir de dos comas inducidos y en uno de esos momenos de lucidez, su familia pudo mostrarle los mensajes de afecto que recibió por las redes sociales. Tras su deceso a los 69 años, su hijo Boris González, reveló que hace días se enteraron que había desarrollado un cáncer terminal de páncreas.
El consuelo de sus cercanos, es que murió como el quería, sin sobresaltos. «Se fue en el sueño», dijo Boris.