En Chile todo se banaliza a favor de la ideología. Lo importante de las gira internacional de Gabriel Boric no es si habla inglés, francés o mapuzungun. Tampoco que balbucee en idioma extranjero. Hasta donde sabemos, el inglés no es la lingua franca de la política nacional. Lo importante es qué buscó el Presidente con la gira, y si para el interés nacional ella resultó útil. La simpatía de Sebastián Piñera de sentarse en el sillón presidencial del Salón Oval de la Casa Blanca; de cantar el Deutche Uber Alles en Alemania, o declarar su parentesco con Atahualpa en sus brindis en el Perú, todos actos, si no ridículos, por lo menos excesivos, en nada aportaron al país. A tal punto que perdimos mar en La Haya, aunque el ex Presidente ganó dinero con sus inversiones en Exalmar.
Es evidente que el Presidente Gabriel Boric busca asentar y validar su imagen de joven mandatario. Que titubee en inglés no le quita legitimidad democrática, y es apenas un gafee de sus asesores comunicacionales formados en el subdesarrollo exitoso del Chile post dictadura. Boric es Presidente de una sociedad, la chilena, con un sistema político en trance de cambios profundos, y requiere ser reconocido como un par en el ámbito internacional. A eso deberíamos ayudar todos. La mezquindad de transformarlo en un actor de payasadas solo le hace daño a Chile, y menoscaba el voto ciudadano que por amplia mayoría lo eligió.
Chile es una democracia, con un gobierno legítimo, una economía abierta al mundo, y sus intereses nacionales se identifican con el multilateralismo, el respeto de la paz y la cooperación, y el funcionamiento igualitario y soberano entre los Estados, respetuoso de los derechos humanos, con mercados justos y transparentes, y sin vasallaje ni político ni económico en un mundo que se perfila global en su funcionamiento.
Esto es lo que se debe mirar de su gira. Si lo que dijo o hizo ayudan a ese Interés Nacional. Lo contrario es justamente pinochetizar la agenda, pues los críticos del idioma que hoy laceran a Boric, no hicieron lo mismo con un autócrata dictatorial, que en 20 años solo pudo salir tres veces del país. A un funeral, a una isla donde no lo dejaron aterrizar y a otra isla a cobrar comisiones, donde lo detuvieron por corrupto y genocida, y se salvó de la cárcel por la democracia y el prestigio del país.
El punto crítico es que la oposición, cegada en su nostalgia, no sea capaz de captar esos enormes matices.