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    Salud mental: El dolor que ya no podemos ignorar

    Cada vez son más frecuentes los titulares que nos hablan de una crisis de salud mental en Chile. Pero detrás de las cifras y las estadísticas hay una realidad más profunda y perturbadora: como sociedad, estamos mostrando síntomas de un sufrimiento colectivo que trasciende lo individual. Dos miradas aparentemente distantes —la del columnista Marcial Huneeus y la del Cardenal Fernando Chomali— han puesto palabras a este malestar, y al fusionar sus perspectivas descubrimos un diagnóstico más completo y caminos de salida más esperanzadores.

    Las cifras son elocuentes: según la Encuesta Nacional de Salud, uno de cada cinco chilenos presenta síntomas asociados a problemas de salud mental. Entre las adolescentes, la situación es aún más grave: una de cada tres muestra síntomas depresivos. Chile lidera tristemente la OCDE con la tasa más alta de depresión, y dos de cada tres personas en nuestro país identifican la salud mental como su principal problema sanitario. Pero estos números, por impactantes que sean, no logran capturar la experiencia humana detrás de ellos: el joven que ya no encuentra sentido, la familia que no sabe cómo contener a sus hijos, los profesores que ven impotentes cómo sus alumnos se vuelven más ansiosos y desconectados.

    La Naturaleza como Bálsamo: La Propuesta de Marcial Huneeus

    En su columna en El Mostrador, Marcial Huneeus propone una solución que parece simple pero es profundamente transformadora: reconectarnos con la naturaleza. Desde su trabajo en la Fundación Patio Vivo, ha demostrado cómo los patios educativos, los jardines y los huertos escolares pueden convertirse en espacios de curación colectiva. «Los espacios naturales, incluso los más pequeños», escribe Huneeus, «ayudan a enfrentar el aislamiento, el estrés y la ansiedad». En un mundo dominado por la inmediatez, la naturaleza nos enseña que «el bienestar también se construye con calma, conexión y sentido».

    Esta visión se alinea con iniciativas internacionales como The Serge Hill Project en Inglaterra, donde la evidencia científica confirma lo que intuitivamente sabemos: el contacto con la naturaleza restaura la mente y el cuerpo. Aprender a cuidar un huerto, observar el ciclo de las estaciones, o simplemente pasar tiempo en un espacio verde, son actos terapéuticos que nos recuerdan nuestro lugar en un ecosistema más amplio.

    Los Límites del Jardín: Cuando la Herida es Demasiado Profunda

    Sin embargo, especialistas en trauma advierten que esta propuesta, aunque valiosa, podría ser insuficiente para abordar las raíces más profundas del malestar colectivo. Desde los modelos del psicotrauma de Franz Ruppert y Bessel van der Kolk, sabemos que la epidemia de ansiedad y depresión no es solo un déficit de «calma y conexión» con el exterior, sino la manifestación de traumas tempranos de apego y una identidad fragmentada a nivel colectivo.

    La capacidad de un individuo para encontrar consuelo en la naturaleza está predeterminada por sus primeras experiencias de regulación emocional en la infancia. La Teoría Polivagal de Stephen Porges explica que es la seguridad relacional primaria —aquella que debería proporcionar una madre o un cuidador— la que permite el desarrollo de un sistema nervioso resiliente. Cuando esta seguridad falla, en lo que Ruppert identifica como la «tríada fatal» de no ser deseado, no amado y no protegido, el sistema nervioso se estructura en torno a la defensa permanente o al colapso.

    En este contexto, un patio escolar con árboles y flores puede ofrecer un alivio momentáneo, pero si la arquitectura interna del niño está fragmentada por experiencias de trauma temprano, el efecto será limitado. Es como intentar apagar un incendio forestal con un vaso de agua. La naturaleza puede ser un co-terapeuta, pero no puede reemplazar la experiencia correctora de una relación humana segura y constante.

    La Asfixia Moral: El Diagnóstico del Cardenal Chomali

    Desde una perspectiva complementaria, el Cardenal Fernando Chomali aborda la crisis con un diagnóstico que enfatiza la dimensión espiritual y moral. «Chile se asfixia», escribe, «porque le falta el aire moral y espiritual que sostiene la esperanza, un sano optimismo y, sobre todo, una convivencia auténticamente humana».

    Chomali identifica dos síntomas particularmente preocupantes de esta asfixia colectiva: la caída vertiginosa de la natalidad —que ha pasado de 5 hijos por mujer en los años 60 a apenas 1,1 en la actualidad— y lo que él llama «la soledad como la mayor de las pobrezas» en el futuro cercano. Los niños que crecen sin hermanos, señala, pasan horas frente a pantallas, «sobre estimulados y reduciendo su creatividad a lo que el algoritmo les vaya dictando», convirtiéndose en «jóvenes menos reflexivos, intolerantes a la frustración y animados únicamente por satisfacciones inmediatas».

    Pero la crítica de Chomali va más allá de estos síntomas visibles. El problema de fondo, argumenta, es que «hemos perdido el norte como seres humanos y como sociedad porque le hemos puesto precio a todo, y hemos calificado a las personas según las categorías de exitoso o fracasado, ganador o perdedor». En esta lógica perversa, «ganar no es otra cosa que consumir más», creando un círculo sin fin donde «siempre todo lo que se posee va a ‘ser poco’, porque siempre habrá alguien que tenga más que uno».

    Un Diálogo que Ilumina la Crisis Completa

    Al colocar estas dos perspectivas en diálogo, emerge una comprensión más completa de nuestra crisis. Huneeus nos habla del cuerpo que sufre, del sistema nervioso desregulado, de la necesidad biológica de calma y conexión sensorial. Chomali nos habla del alma que busca sentido, de la dimensión trascendente de la existencia, de la necesidad de horizontes éticos que vayan más allá del consumo y el éxito material.

    Donde Huneeus señala la necesidad de «conexión» con el entorno natural, Chomali enfatiza la «comunión» con los otros y con lo sagrado. Donde Huneeus prescribe «calma» frente a la hiperestimulación, Chomali recomienda «recogimiento» y «contemplación». Estas no son visiones contradictorias, sino complementarias —como los dos pulmones con los que Chile necesita aprender a respirar de nuevo.

    La integración de ambos enfoques nos permite entender que la sociedad chilena manifiesta un trauma colectivo que se expresa simultáneamente en el nivel psicobiológico individual y en el tejido relacional comunitario. La crisis de los vínculos que ambos autores identifican —ya sea conceptualizada como «apego inseguro» o como «ruptura de la comunión»— es en el fondo la misma incapacidad creciente para establecer relaciones seguras, estables y nutritivas.

    Hacia una Sanación Colectiva: Políticas que Aborden la Raíz

    Superar esta crisis requiere políticas públicas innovadoras que integren los aportes de ambas perspectivas. Necesitamos:

    · Incorporar el enfoque trauma-informado en todos los servicios que trabajan con población vulnerable, especialmente en educación, protección infantil y salud mental.

    · Desarrollar programas de prevención temprana centrados en fortalecer el vínculo entre padres e hijos, basados en los conocimientos actuales sobre desarrollo cerebral.

    · Crear espacios de contención intermedios que combinen el contacto con la naturaleza con el acompañamiento comunitario y la reflexión ética.

    · Revalorizar la dimensión espiritual de la existencia sin caer en dogmatismos, reconociendo la búsqueda de sentido como una necesidad humana fundamental.

    · Reconstruir narrativas colectivas que trasciendan el materialismo consumerista y ofrezcan horizontes de significado basados en la reciprocidad y el cuidado.

    Como bien señala Huneeus, «más que abordar la salud mental desde el déficit o el diagnóstico, podemos entenderla como un proceso que requiere tiempo y cuidado, capacidades que se cultivan colectivamente en escuelas, barrios y jardines«. Esta comprensión encuentra eco en la advertencia de Chomali sobre la necesidad de «reflexionar sobre la sociedad que hemos construido que, llena de exigencias inhumanas, nos deja solos y vacíos, y que terminan por enfermarnos».

    Conclusión: Hacia un Chile que Vuelve a Respirar

    Chile puede volver a respirar, pero necesita hacerlo con ambos pulmones: con la sabiduría psicocorporal que nos reconecta con la naturaleza y regula nuestro sistema nervioso, y con la profundidad espiritual que devuelve sentido a nuestra existencia colectiva. Necesitamos tanto patios vivos como vínculos vivos, tanto espacios de calma sensorial como prácticas de profundidad ética.

    El proyecto país que emerge de esta integración es el de una sociedad que cuida simultáneamente el bienestar psicobiológico de sus ciudadanos y el horizonte moral de su convivencia; que valora tanto los patios escolares con árboles y polinizadores como los espacios de reflexión y silencio donde se cultiva la vida interior.

    «Abrir la conversación«, como propone la campaña gubernamental de salud mental, significa ampliar la mirada: reconocer que el bienestar depende tanto de entornos naturales que nos regulen como de horizontes de sentido que nos orienten. En este camino, cada planta que crece y cada niño que aprende al aire libre pueden ser una oportunidad para prevenir y sanar juntos, recordándonos que cada persona posee una dignidad inviolable que trasciende cualquier medida material de éxito o fracaso.

    La tarea es urgente, pero las herramientas están a nuestro alcance. Solo necesitamos la voluntad colectiva para utilizarlas.

    Humberto del Pozo López, Magister en economía y Magister en psicología

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