Por Bernardo Aedo Feliu
«Diseñando la sociedad del futuro para nuestras vidas» se llama la exposición universal organizada en Japón en la isla artificial de Yumeshima, en Osaka, la que fue construida expresamente para tal efecto. La exposición que durará hasta el 13 de octubre de 2025 y se inauguró en abril de este año tiene como objetivo explorar el ADN de la vida humana, en medio del aprendizaje e intercambios entre diferentes culturas en el contexto de los desafíos globales y la sostenibilidad. «Salvar Vidas», «Empoderar Vidas» y «Conectar Vidas» se acotan como subtemas del evento que los japoneses vinculan a la estrategia nacional de Japón como «Sociedad 5.0».
Así, la idea de que arquitectura, arte y tecnología se articulen en un “laboratorio vivo”, entre personas de todo que comparten ideas, conocimientos y soluciones para crear la sociedad del futuro. En esa inmersión cultural un grupo de 15 artistas visuales chilenas han expuesto sus obras.
La participación de Chile en general ha sido difusa y de poca calidad interpretativa de lo nacional en el contexto señalado, excepto dos o tres programas, uno de los cuales fue la muestra colectiva de las 15 artistas visuales, bien seleccionada y de trabajos de gran calidad, que deja una positiva enseñanza.
Ella es mucho más que una simple sumatoria de obras individuales. Concebida como un ejercicio de colectividad artística, lo individual de cada mirada se convierte en un discurso común, innovador y afectivo, muy distante de una competencia fragmentaria entre autoras.
Cada artista aporta su singularidad. La memoria íntima de Andrea Moreno a través del vino como materia pictórica; la fuerza onírica de Javiera González y los paisajes australes de Chile que moviliza colores hacia atmósferas que invitan a la contemplación y la experiencia sensorial; las abstracciones cromáticas de Beatriz de la Noi; la experimentación con flujos de Carolina Castillo o la exploración del cuerpo y la identidad de Claudia Retamal. Todas ellas, y también el resto, convergen en la identidad decisiva de la muestra que es la de articular una voz coral. En que la diversidad de técnicas (pintura, escultura, fotografía, instalación, collage) se despliegue como un mapa cognitivo plural de nuestro país por parte de las expositoras.
La muestra, como algo colectivo, no borra las diferencias sino por el contrario las potencia. En ella dialogan las memorias personales, los elementos simbólicos entrelazando expresiones donde lo íntimo se vuelve público desde el adentro de las artistas, incluida la soledad que a veces trasuntan. Para usar una idea de Aldous Huxley generan “puertas de la percepción” con una proyección delicada e infinita sobre el país. La muestra pictórica chilena no busca homogeneizar una estética, sino mostrar cómo lo múltiple construye identidad, mostrando así una enorme afinidad con los objetivos de la Exposición Universal.
La lección aprendida que queda sutilmente instalada es que una idea bien concebida y realizada puede borrar la rutina burocrática y aburrida de los ministerios. Y que el arte digital contemporáneo puede ser una plataforma fértil para la construcción de comunidades de acción y memoria, compartidas y diversas al mismo tiempo, que ayuda a una itinerancia del arte más allá de los cenáculos restringidos que todo lo reglan. Ahí está el verdadero gesto político y estético de valor que deja la muestra.
Vea acá la muestra visual EXPO OSAKA 2025 Mujeres