Ayer se cumplieron 52 años de la gran traición que derrocó un proyecto muy querido por los chilenos. Y eso no está olvidado. No guardamos rencor, pero buscamos justicia. Nos sacudimos de la violencia y ahora buscamos el necesario castigo, la anhelada justicia, por los canales de la inteligencia. Porque no olvidamos.
Ayer, temprano por la mañana, leo a mi hija su recuerdo de aquel 11 de septiembre de 1973, cuando abrupta y cobardemente rompieron nuestra institucionalidad, nos destrozaron a los líderes de un sueño. Pero, como eran tan ignorantes, no se dieron cuenta que el sueño no se destroza, no se borra con pólvora ni con caprichos de falsos personajes de opereta barata. Por eso, ¡aquí estamos ahora!, de nuevo de pie, con nuevas manos y “nuevos hombres y mujeres” -como auguró el líder antes de inmolarse- para superar los momentos grises y amargos que en este momento pretenden recuperar los hijos de la traición.
Quisieron matar una ilusión. No lo consiguieron. Y en nombre de quienes se han quedado en el camino, hemos retomado el sendero que nos dejaron como herencia y vamos construyendo entre todos una sociedad más fuerte, más digna, más igualitaria. Sin abusos, sin injusticia, pero con la conciencia clara de que el camino es largo, lleno de sacrificios, pero sin pausas ni detenciones. Nos lo exige la Historia, nos lo recuerdan los que se quedaron en el camino y, los que permanecen en el oscuro valle de los desaparecidos.
En nuestro transitar, acumulando experiencias y conocimientos de nuevas realidades, retomamos nuevas banderas y reconstruimos estrategias para alcanzar el sueño que intentaron truncar y por el cual se inmolaron tantos.
Hemos sido capaces de levantarnos, de sacudirnos el polvo de la ignominia y hemos secado las lágrimas por los que hemos perdido. Y ahora nos enfrentamos a nuevas realidades, a nuevas contingencias que debemos superar. Debemos recuperar la memoria que nos quisieron borrar y considerar los recuerdos como un estímulo, como un compromiso para seguir buscando el camino trazado con sangre e ilusión.
La ruta no está llana ni es lineal. Está llena de baches y obstáculos insospechados. Pero tenemos la inteligencia suficiente para aprender a sortearlos y para recuperar los anhelos de ayer, con la nueva vigencia de la justicia social de hoy, de la igualdad, del progreso con solidaridad y, por sobre todo, dentro del marco de una paz sólida, estable, duradera.
Debemos caminar de la mano, juntos todos los que sufrimos el ayer, los que nos hemos levantado para seguir avanzando, y junto a los se quieran sumar a la causa noble del bienestar general, respetando los valores y anhelos que emergen del seno de la propia sociedad y que se han transformado en derechos a reconquistar, a reconstruir.
Hace 52 años quisieron truncar nuestros anhelos y apoderarse de lo que habíamos construido. Pero no se dieron cuenta que aquello no muere y que la inteligencia humana es capaz de recordar y no perdonar. Pero sin rencor, sino con la verdadera justicia de los seres humanos/humanos.
A medida que se avanza por las nuevas alamedas, rindiendo honores a los que ya no están, corrigiendo el paso para hacerlo cada vez más seguro e ir cumpliendo el compromiso siempre presente, debemos ser consecuentes con los ideales que significan alcanzar una sociedad más igualitaria, más justa, más sana y en paz.