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    Ley Karin y el desafío de la acción real

    Por Alex Siles, CEO y Cofundador de Snap Compliance

    En un año, la Ley Karin ya suma números alarmantes: más de 44 mil denuncias por acoso laboral, sexual y violencia laboral, de las cuales el 42 % tienen que ver con esta ley. El dato es evidente: el problema siempre estuvo presente, pero ahora se hace visible. Pero entonces viene la interrogante: ¿estamos eliminando el acoso o simplemente documentándolo?

    Que haya más denuncias es bueno porque se rompe el silencio, pero también muestra que todavía estamos reaccionando. Muchas empresas sólo siguen el proceso cuando el conflicto ya ha estallado, cuando el reto es evitar que llegue a ese punto. Prevenir es establecer desde el principio normas claras, líderes entrenados para reconocer las señales de alerta y canales de denuncia que inspiren confianza y brinden protección real.

    Aquí es donde el compliance, más allá de la tecnicidad, se establece como estructura de garantía de orden, transparencia y trazabilidad en todo proceso. Y aquí la automatización no es un complemento, es un cambio de juego.

    Los sistemas automatizados permiten que una denuncia se registre de manera anónima y segura, inicie el protocolo inmediatamente, envíe alertas en tiempo real y asigne responsables sin depender de la memoria o disponibilidad de alguien. Además, cada movimiento es registrado, no dejando espacios para poner en riesgo la investigación y dando confianza a las denunciantes.

    Pero la automatización no se queda en la administración. Un buen sistema de información puede identificar patrones: lugares con mayor número de casos, reincidencias, tiempos de respuesta. Estos datos posibilitan intervenir con anticipación, orientando capacitaciones o medidas preventivas antes de que un incidente aislado se transforme en una crisis generalizada.

    Pero todavía hay muchas empresas que trabajan con métodos manuales: formularios en papel, hojas de cálculo sin copia de seguridad o correos perdidos entre cientos de mensajes. Estos sistemas no solo demoran la respuesta, sino que también envían el mensaje de que la denuncia puede caer en saco roto, minando la confianza y restableciendo la cultura del silencio.

    La Ley Karin es un comienzo, pero su impacto depende de que las organizaciones hagan más que el mínimo. «Incorporar tecnología para administrar y automatizar procesos no implica deshumanizar el trato, sino fortalecerlo: la velocidad, trazabilidad y transparencia que permiten estas tecnologías refuerzan la capacidad de las personas para resolver casos de manera justa y eficiente».

    Un ambiente seguro no se crea con leyes, se crea con liderazgo consecuente, medidas preventivas reales y sistemas que garanticen que ninguna denuncia se pierda, que todo caso se investigue y que las reglas se apliquen sin excepción.

    Un año después, la conclusión es clara: es mejor prevenir que castigar, y la automatización es la heroína silenciosa que separa un protocolo de papel de uno que realmente protege a las personas. La cultura no se transforma con palabras, se transforma con procesos robustos, tecnología y la convicción de que la dignidad y el respeto no son negociables.

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