Los negociadores de los partidos del progresismo están entrampados en si van en una o dos listas parlamentarias en las próximas elecciones de noviembre.
Por un lado, ir en una le reportaría a estas fuerzas la mayoría en la Cámara, con 78 escaños. Con dos listas, bajaría a 62, pasando a ser minoría frente a la derecha.
Y esto se debe a la intransigencia o ambición de los 9 partidos que están en la disputa por los 155 cupos que ofrecen los 28 distritos electorales en que está dividido el territorio nacional.
Se trata de hacer el ejercicio simple: de los 9 partidos, cada uno debe renunciar a 3 cupos y alcanzaría para incluir a los 17 candidatos, que según se dice, estarían trancando la pelota.
El mayor problema parece estar en Atacama, en senadores, donde Yasna Provoste (DC) y Daniela Ciccardini (PS) doblarían a la derecha, pero ex precanditato presidencial, Jaime Mulet (FRVS), diputado por esa región, quiere el botín mayor, después de años como diputado. Si se diera el caso, esta agrupación tendría 3 senadores, el 12% de la Cámara Alta entre el progresismo, una representación mayor y fuera de toda proporcionalidad.
Lo que se juega en noviembre no es poco. Se necesita un Congreso que haga frente a desafíos sociales que la gente espera, más allá de las amanezas del republicano José Kast de despreciar la influencia del Parlamento.
El país necesita más recursos y es necesaria una reforma tributaria que le de respiro a las finanzas fiscales. La Contralora se quejó esta semana por la falta de apoyo para la fiscalización. Se necesita más Estado, donde un plan de infraestructura a 20 años haga ver el horizonte a los jóvenes que no tienen donde vivir. Para los viejos es urgente terminar con las listas de espera, reforzadas tras la pandemia, y construir más Cesfam, más hospitales y más postas rurales. Es larga la lista, pero con agua canta el canario.
Por ello, estar a 16 o 17 cupos para lograr la unidad, es no saber sumar.
