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    Derrotar las mentiras

    • Desde Madrid

    Desde hace algunos años hemos ido conformando un grupo de periodistas con el fin de realizar intercambio de ideas sobre lo que ocurre en el mundo, especialmente en comunicación social.

    Producto de ello, muchos de mis comentarios semanales que me publican medios virtuales chilenos y latinoamericanos, contienen temas interesantes como por ejemplo las “fakesnews”, las falsas noticias que circulan en las redes sociales y que van minando la credibilidad del sistema democrático. Y es tanto lo que ocurre, que Radio Televisión Española ha publicado un reportaje muy extenso referido al tema, bajo el título “¿Cómo se fabrica un bulo?”. La Real Academia de la Lengua define el término “Bulo” como Noticia falsa propalada con algún fin.

    Este reportaje se centra en la utilización de los bulos en la política contingente, afirmando que las motivaciones básicas son deformar la imagen del contrincante, del rival. Y para ello el odio y la ira constituyen su combustible fundamental. Agrega que “los bulos se mueven rápido, se comparten en las redes sin pensar y funcionan usando el idioma del miedo y el terror”.

    Al margen de la plataforma (prensa, radio, tv, redes sociales, etc.), los periodistas están condicionados por la propiedad de los medios y su forma de gestionarlos. Muchas veces divergente y con intereses personales o de grupos, lo cual compromete a los profesionales y los van permeando con la corrupción de los bulos, las mentiras.

    Con el desarrollo espectacular de las redes sociales, que son medios potentes de comunicación sin control, las “fakenews” han ido ganando terreno, aprovechando la impunidad que les protege al no existir una legislación que les regule.

    Desde tales medios se está utilizando una costumbre decadente, mediocre y peligrosamente irresponsable. Me refiero al repetitivo uso de las mentiras que se lanzan con la evidente intencionalidad de tergiversar realidades y de convertir en ficticio todo lo que nos rodea.

    “Los bulos corren más rápido que los desmentidos. Sus algoritmos los viralizan y de ahí saltan a los grupos de whatsapp, listos para el consumidor”, nos dice el reportaje español.  Y con tales mentiras no sólo deforman la imagen del oponente, sino que transforman la realidad en general, afectando gravemente al sistema democrático y a la propia vida ciudadana.

    Ejemplos hay muchos. En Estados Unidos, el Presidente Donald Trump, entre otras muchas cosas, aseguró que “los inmigrantes se comen a los perros y a los gatos”. Y también aquello de “convertir Palestina en un Resort de lujo”.  En España, han transformado en realidad muchas falsedades que provocan daños en la credibilidad de los gobiernos, los partidos políticos y los líderes en general. En Chile están minando al propio sistema democrático, minimizando a los partidos políticos, y provocando la rebaja notable del número de militantes. Y, lo que es peor, desfigurando los liderazgos o imponiendo a otros con intención de corromper a la sociedad.

    Es fácil fabricar bulos, noticias falsas que lo único que buscan es beneficio personal o de pequeños grupos. Se dice que un teléfono móvil se puede convertir en una fábrica de bulos. Lo peor es que una gran mayoría de personas, especialmente jóvenes, se informan a través de este tipo de mensajes, sin distinguir la verdad de la mentira. Y sus cerebros se habitúan a la desinformación.

    En consecuencia, debemos derrotar a la mentira como forma de informar, denunciarla y defender la democracia. Y se debe legislar para controlar el funcionamiento de las redes sociales, no con el fin de amordazar a los ciudadanos, sino para detectar, detener y sancionar a quienes utilizan estos canales impunemente, con fines corruptos.

    La Humanidad necesita limpieza en la información, honestidad comunicacional y verdades absolutas y comprobables para avanzar, para desarrollarse y alcanzar el progreso que necesita una sociedad limpia y madura, como la nuestra.

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