Desde Madrid
En el comercio internacional, nosotros tenemos derecho a buscar nuevos mercados, a desarrollar nuestras propias capacidades comerciales, a planificar y orientar nuestro propio destino de acuerdo a los mandatos de nuestro pueblo, en el marco de la legalidad que nos hemos dado en democracia.
Por lo mismo, nos produce molestia el ver cómo, en forma desvergonzada y prepotente, nos quieran dirigir nuestra acción de vida cotidiana, desde otras naciones. No aceptamos que pretendan imponernos mediante la amenaza y el terror decisiones que no son nuestras, que no queremos, que no nos convienen ni nos interesan.
Nos pretenden asustar desde Estados Unidos con la aplicación unilateral de aranceles descomunales en nuestra relación comercial, a pesar de existir un Tratado de Libre Comercio suscrito por las máximas autoridades de ambas naciones, con la anuencia de los respectivos parlamentos. Pero, es importante señalar que no nos va a obligar a que nos saltemos los compromisos adquiridos, aunque utilicen la amenaza como elemento de convencimiento.
Todo lo que se ha dicho con respecto a aranceles que afectan al cobre chileno, la principal riqueza natural descrita con certeza como “el sueldo de Chile”, todavía no se confirma oficialmente. Pero, como esos gritos destemplados provenientes de Estados Unidos son repetitivos y los lanza el Primer Mandatario de aquel país, en Chile tenemos la obligación de prevenir y de actuar en consecuencia. Por eso, tenemos derecho a buscar alternativas para solventar el grave problema que nos afectaría.
Europa, que es un grupo importante de países que actúan coordinadamente y que mantienen un flujo comercial importantísimo con Estados Unidos, están analizando y preparando las bases de un llamado “Plan B”, destinado enfrentar la nueva situación que amenaza al comercio mundial. Si en las conversaciones que se sostienen con Estados Unidos al respecto, no se consiguen acuerdos suficientes, se debe reordenar el sistema comercial interior europeo y crear nuevas fuentes comerciales buscando mercados en otras latitudes. Es su derecho.
Desde hace un cuarto de siglo, un grupo de cinco países económicamente fuertes se han unido para analizar esta situación del comercio internacional. Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica crearon un grupo de acción, al cual llamaron BRICS, por las primeras letras de sus nombres. La iniciativa, paralela al G7 de países más ricos del mundo, constituyó un éxito enorme, sumándose como miembros cinco países más: Egipto, Etiopía, Indonesia, Irán, y Emiratos Árabes Unidos. Ahora han surgido, solamente como “socios”, Bielorrusia, Bolivia, Cuba, Kazajistán, Malasia, Nigeria, Tailandia, Uganda, Uzbekisytán y Vietnam.
A su última reunión efectuada en Brasil el fin de semana último, fueron invitados Chile, Uruguay, México, Colombia, Kenia, y organizaciones como las Naciones Unidas, el Banco de Desarrollo de América Latina y el Caribe, el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura, La Unión Africana y la Organización Mundial del Comercio.
Los BRICS constituyen casi el 40% del PIB mundial y representan a la mitad de la población. Por este peso y por sus intenciones comerciales, preocupan a Estados Unidos.
En consecuencia, Chile hace bien en aceptar sus invitaciones y en aprovechar las oportunidades que le ofrece este nuevo mercado. Ya hace intercambio comercial con varios miembros de la organización y solamente en el año 2024 aumentó en 77 mil millones de dólares dicho comercio.
Ese es el buen camino de la diversificación económica. Tenemos que prever situaciones complejas en las que se pretende imponernos nuevas condiciones. No debemos doblegarnos por temor.
Tenemos derecho a buscar nuevos mercados que nos ayuden a consolidar una economía robusta y estable, como nuestra población lo desea y lo merece.


