Por Héctor Martínez Díaz
Vivimos un mundo de apariencias, cultivar el cuerpo es primordial, ser delgados y esbeltos lo ideal, añoramos la silueta que teníamos años atrás. Que, por ningún motivo, la falta de ejercicio y dieta provoque que nuestra cintura desaparezca por esos temidos kilos de más.
Como la cirugía estética es cara, las inyecciones de bótox dolorosas, están esas mágicas cremas con silicona, gotitas de colágeno y ácido hialurónico que ocultan, por un par de semanas, arrugas y líneas de marioneta que dibuja en nuestro rostro el inevitable envejecimiento natural y que los afortunados hombres pueden esconder con la barba; para las canas están las tinturas que hoy en día se encuentran de variopintos colores y que uno mismo se puede aplicar, solo tener la precaución de no teñir, también, el lavamanos, espejo o cerámicos del baño del hogar.
Hay que hacer sacrificios, dejar la piel en el gimnasio, practicar yoga, trote, natación, caminata o bicicleta; para fortalecer piernas y brazos, atreverse con el Crossfit, Boxing o bien levantar pesas rusas. Con una rutina de entrenamiento y ser fiel a ella se logrará ese tonificado cuerpo que atraerá miradas y provocará envidia en los demás.
Pero, como mens sana in corpore sano decían los latinos, ¿a qué gimnasio debo ir para cultivar la mente o habrá un plan de entrenamiento para fortalecer el cerebro que pueda realizar en casa? pero ¡por favor! nada de completar soduko, crucigramas, rompecabezas, tampoco leer, escribir, dibujar, practicar artes manuales o escénicas, menos meditación trascendental, aprender un idioma, a tocar un instrumento musical o a jardinear porque, aparte de aburrido, todo eso se lo recomiendan a los ancianos.