Por Sergio Campos, Premio Nacional de Periodismo
La asunción del presidente 47* de los Estados Unidos de América ha sido un acontecimiento de gran impacto para el mundo.
No solo por tratarse de una potencia mundial. Las características sociopolíticas del personaje, que ya había ocupado el cargo, se aparece ahora sobrecargado con afanes imperiales.
Anexarse Groenlandia y Canadá y cambiarle el nombre al Golfo de México por Golfo de Estados Unidos, parece una evocación del Imperio Romano, Napoleón Bonaparte, Alejandro Magno o Hitler.
Hay que agregar la intención de arrebatarle, utilizando la fuerza militar, el Canal a Panamá.
Acompañado por los superricos, dueños del mundo digital, Trump, pretende darles un giro copernicano a las relaciones de su país con el resto del mundo.
Partiendo por China, su principal rival económico, subiendo los aranceles hasta un 100%, para los productos asiáticos. El castigo se extiende a otros países. Es lo que llama “la época dorada de Estados Unidos”.
A los emigrantes en territorio de su país los ve como “delincuentes y criminales” que pretende expulsar y para aquellos que desean llegar a EE. UU., la noticia es que ya ha militarizado la frontera con México.
Hay que sumar su renuncia al multilateralismo, con la huida a la OMS (Organización Mundial de la Salud) y el Acuerdo de París (relacionado con el Calentamiento Global). Eso para empezar. El alejamiento de la Unión Europea es otra faceta aislacionista de Trump.
Es decir, le deja el camino libre a la influencia de Moscú y Beijín. Contradicción vital, aseguran los expertos.
En el plano interno hay varios puntos de conflicto en la era Trump. Su desprecio por las minorías de todo orden, por ejemplo, declarando que existen solo dos géneros. La identidad X quedará “patas arriba, según el canal CNN.
Así se está perfilando una “neodemocracia autoritaria”, que se irá profundizando, toda vez que Trump controlará ambas ramas del Congreso, la Corte Suprema y el Fiscal general de Estados Unidos.
Para el director del Centro Rockefeller, Steven Levitsky, estamos en presencia de una plutocracia (sociedad gobernada por una minoría, cuyos miembros son los superricos).
El presidente Biden, en su despedida, hizo alusión a la oligarquía de los superricos, que ponen en peligro el sistema democrático.
Según el coautor de “Como mueren las democracias”, ha llegado al poder la derecha ultranacionalista, y Estados Unidos retorna a la década de 1950, con un gobernante narcisista.
Es decir, que Trump, padecería de un severo trastorno, con aire de superioridad irrazonable y necesita constantemente la admiración excesiva de los demás.
La debilidad de los narcisos: se sienten amenazados frente a alguien que parece tener algo más de lo que ellos carecen. De ahí su agresividad permanente, que los mantiene amenazando a los demás, que él considera peligrosos.
Por de pronto falta analizar que ocurrirá con América Latina, donde los amigos de Trump como Milei de Argentina, Bolsonaro de Brasil y Bukele de El Salvador entre otros, celebran y doblan la cerviz, ante el nuevo gobernante de la Unión Americana.
El saludo pseudo nazi de Elon Musk, virtual vicepresidente, es otra señal.
La ultraderecha mundial, está de fiesta.
Del sombrero de Melania, se los dejamos a los canales de televisión local y sus programas matinales.