Por Miguel Ángel San Martín, desde Madrid
El lunes próximo, 20 de enero, llega por segunda vez a la Casa Blanca el líder de la ultra derecha estadounidense Donald Trump. El multimillonario y muy polémico empresario/político, llega con el ruido de los fuegos artificiales lanzados por él durante más de cuatro años. Fue ese método de romper brutalmente la dinámica democrática la que le llevó al poder, salvándose de paso de los procesos y condenas con que le sancionó el poder judicial.
Los ciudadanos de Estados Unidos se inclinaron mayoritariamente por el encendido verbo de Trump, que ha seguido subiendo el tono al comprobar la cómoda mayoría parlamentaria que le va a respaldar. Trump no llega solo a la Casa Blanca. Entre varios personajes conocidos por su dureza ideológica, le acompaña el personaje más adinerado del mundo, el super millonario Elon Musk, quien asumirá la pretenciosa misión de conseguir “eficiencia” en el aparato del Estado. Que el mayor representante del dinero en el mundo vaya a controlar el aparato público significa, ni más ni menos, la reducción del poder del Estado en favor del sector privado de la economía. Pero, además, la dupla amante del dólar, quiere manejar las riquezas que genera nuestro planeta y transformarse en verdaderos “dueños del mundo”.
No es tremendismo lo que señalo. Son las propias palabras de Trump las que lo están anunciando. Por ejemplo, y utilizando el argumento de que quiere proteger a la industria norteamericana, ha dicho que va a aplicar gravosos aranceles a los productos elaborados fuera de Estados Unidos, especialmente a los que provengan de China. Y ha señalado que quiere anexarse a su territorio nada menos que a Canadá, su vecino, al cual ha denominado “el quincuagésimo primer estado de la unión”.
Pero no se queda corto en sus pretensiones, ya que también apunta a “comprar” Groenlandia, la isla más grande del mundo, políticamente integrada como nación en el Reino de Dinamarca. Está situada en el sector nororiental de América del Norte y, con el 10% de agua dulce del planeta, constituye la mayor reserva mundial del vital líquido. Bajo su inmensa corteza de hielo hay un tesoro estratégico con el que Estados Unidos podría derrotar a China. Es muy rica en tierras raras, esenciales para fabricar tecnología: desde simples teléfonos o computadoras hasta tecnología militar e inteligencia artificial. Y también es rica en minerales estratégicos, incluyendo zinc, plomo, oro, y uranio. Como si fuera poco, las reservas de petróleo y gas son todavía incalculables.
El control físico directo sobre Canadá y Groenlandia pondría a Estados Unidos en igualdad de condiciones con Rusia en el círculo polar ártico. Sin duda, la carrera por el Ártico será uno de los «Grandes Juegos» del siglo ΧΧΙ.
Por todo lo dicho, Donald Trump llega a la Presidencia de los Estados Unidos vistiendo la capa de los dictadores con mayor poder en la Historia. Y obliga al resto del mundo a tomar medidas precautorias de importancia. En términos económicos, Europa está preparando medidas muy serias, como un nuevo Pacto Europeo por la Competitividad, que contempla profundizar en el Mercado Único, desbloquear fondos para las Pymes, promover la alta tecnología y alcanzar acuerdos sostenibles.
Por su parte, China guarda silencio y sólo acusa a Estados Unidos de tratar de “desestabilizar las finanzas globales y aprovechar el dominio del dólar como arma geopolítica”.
Es evidente, entonces, que las intenciones anunciadas por Trump apuntan prioritariamente en la dirección de explotar al máximo la zona polar. Ya el presidente de Chile, Gabriel Boric, se anticipó en adoptar posiciones de prevención. En enero del año pasado, durante su histórica visita al Círculo Polar, puso de relieve el compromiso de Chile con el Tratado Antártico, con la investigación científica, los estudios sobre el cambio climático y la cooperación internacional. Y recordó que el Círculo Polar es un sector de reserva de la Humanidad que sólo está destinado a la investigación y a la protección del planeta.