Miguel Ángel San Martín. Periodista, desde Madrid
Los versos de la canción del catalán Raimon “En mi país la lluvia”, a propósito de la gran tragedia que enfrentan en estos días especialmente los habitantes de la Región de Valencia, en España, suenan como un himno. Dice la canción, grabada en 1984: “En mi país la lluvia no sabe llover. O llueve poco o llueve demasiado. Si llueve poco es la sequía. Si llueve demasiado es la catástrofe».
Ahora ha llovido demasiado en diversos lugares de la península ibérica, pero en la Comunidad Valenciana los estragos fueron mayores, como nunca antes. Casi un centenar de muertos, 90 de ellos en la región aludida, además de los increíbles daños provocados en viviendas, calles y carreteras, en vehículos apilados en las esquinas o en los huertos cercanos a las ciudades, son datos demostrativos de la magnitud de la tragedia.
Estos versos de Raimon resuenan como un himno de lamentos en las radios, las cabezas y los corazones de los valencianos mientras luchan contra los estragos que la DANA ha dejado en sus casas y en sus vidas. Esa es zona de presiones atmosféricas vulnerables, de “gotas frías” sorpresivas que llegan cada año por estas fechas. Sin embargo, la DANA de ahora, acrónimo de Depresión Aislada en Niveles Altos, fue de tal magnitud y en tan breve tiempo, que arrastró indiscriminadamente a gente, casas, vehículos, cultivos e ilusiones comunes por los lugares por donde pasó.
Las advertencias de los meteorólogos fueron insuficientes. Las alertas enviadas por todos los medios llegaron, pero la reacción fue lenta, incluso tardía, porque allí están acostumbrados a las DANAS y nunca se imaginaron que el cambio climático las ha convertido ahora en fenómenos brutales, destructivos, letales.
Llora Valencia, se enluta España. Sin embargo, las gentes de las zonas afectadas se están sacudiendo de la tragedia, lloran y se secan rápidamente las lágrimas para apoyarse unos con otros. Se arremangan pantalones y se sumergen en el barro para buscar a los desaparecidos, que son demasiados, y para limpiar casas y calles, en una lucha desesperada pero también convencida, contando con ayuda inmediata de las diversas regiones del país. Pero también, ese clamor masivo de dolor y de lucha es escuchado en todo el mundo, sacudiendo las conciencias solidarias de la gente de bien. Las Naciones Unidas, la Unión Europea y diversos países de otros continentes, expresan solidaridad y ofrecen ayudas necesarias. Es la solidaridad internacional que se expresa en este momento tan difícil, que aún no deja de pasar, porque el fenómeno atmosférico se mueve con lentitud por sobre el territorio hispano, sin parar de dejar caer esa “lluvia que no aprende a llover”.
La tragedia es enorme y nos obliga a pensar en qué fue lo que pasó para que estas DANAS estén cobrando tanta fuerza destructiva. Los expertos científicos hablan de “tren atmosférico”, porque cada depresión atmosférica que cae a tierra provoca un fenómeno de retroalimentación para que surja una nueva DANA. Y son especialmente violentas en esta zona de la geografía, porque el Mediterráneo ha ido subiendo en temperatura, el mar se calienta, con lo cual se producen choques de altas y bajas presiones en la atmósfera, que provocan estos fenómenos tan graves. En definitiva, es el cambio climático que nos afecta brutalmente.
Quienes no creen en esto deberían darse cuenta de que somos nosotros mismos, los seres humanos, los que estamos provocando tales fenómenos medioambientales. El irresponsable afán depredador está dañando sin retorno nuestro propio entorno.
¿Tenemos tiempo para enmendarlo? Parece que los hechos que estamos viviendo nos indican que ya es tarde. Aunque hay científicos que nos señalan que podemos parar el avance de este cambio climático, sabemos que no volveremos a la anterior situación de normalidad climática. Podremos ralentizar el proceso, pero los daños que hemos causado y seguimos provocando son tan mayores, que debemos prepararnos para adoptar nuevas costumbres, nuevos hábitos, con la intención mayor de preservar la especie humana.