Miguel Ángel San Martín, desde Madrid
Sin duda que la seguridad es un tema preocupante. Es importante no sólo tener seguridad, sino desarrollar y potenciar la ”sensación pública de seguridad”. Todo ello, porque la población debe ser atendida con eficacia en estos temas de mucha sensibilidad social. Y, a la vez, con estímulos para que se involucre y participe en la gran tarea de recuperar la seguridad y la paz social.
Estos asuntos, que son evidentemente muy preocupantes y movilizadores para la población, están siendo aprovechados por desaprensivos para tergiversarlos, magnificarlos y manipularlos, con el único fin de provocar psicosis social y manipular políticamente a la ciudadanía para que adopte decisiones alejadas de la realidad. No se trata de justificar la actual situación, ni minimizarla, sino que se hace urgente y necesario ponerla en su justo contexto y definirla en lo que es y en cómo se combate. Porque esta lucha es tarea de todos.
Los hechos nos están demostrando que la violencia callejera, y la delincuencia en general, tienen olas de crecimiento y decadencia según sea la actuación de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado y la decisión de la propia población para denunciarlas.
Hace sólo unos días, ocho homicidios en la capital chilena han conmocionado a la opinión pública. Y no es para menos. La forma en que se cometieron, cómo y donde fueron encontrados los cuerpos de las víctimas, no sólo llaman la atención, sino que nos horrorizan. Nunca antes habíamos tenido delitos con tanta saña, con tanta brutalidad. Eso nos indica que las técnicas delictuales no son de aquí, sino que provienen de otros lugares donde la delincuencia es mucho mayor y donde se practica la inusitada violencia de bandas organizadas que actúan con brutalidad para provocar terror en la población y en las bandas rivales.
Sin embargo, hay que señalar que en Chile las bandas locales no sólo se repliegan, aterrorizadas, sino también aprenden. Y se prestan colaboración entre violentos. Incluso, según afirma la Ministra del Interior, Carolina Tohá, “intercambian armamento, se apoyan en operativos y hasta hacen negocios”. Asegura la Secretaria de Estado que estas informaciones las han conseguido gracias a que los cuerpos policiales cuentan con nuevos medios, con moderno equipamiento, que les permite avanzar en las investigaciones. Por ejemplo, tienen nuevos equipos de análisis balístico que han conseguido identificar las armas utilizadas en delitos diversos. Y han descubierto, por ejemplo, que armamento utilizado en acciones en el sur del país, se ha empleado también en delitos de diferente connotación en la capital chilena y en el norte.
Esta situación está siendo apoyada con mayor inversión en nuevas tecnologías policiales. Hay un notable avance en tal sentido. Incluso más, hay proyectos gubernamentales presentados en el Parlamento para su análisis y aprobación y que apuntan en la misma línea. Cuando las bandas delictuales suben el nivel de sus delitos, la policía debe mejorar y modernizar sus sistemas de investigación.
Pero, también, los ciudadanos tenemos una obligación en este combate contra los delincuentes: debemos denunciar cada hecho, cada delito, ante los cuerpos de seguridad del Estado. Cada denuncia indica en qué lugar específico se producen delitos, en qué sector se establecen las bandas de delincuentes, y eso facilita la eficacia de la labor policial.
Pero también hay otros sectores que deben involucrarse con mayor claridad ante la opinión pública. Por ejemplo, los tribunales de justicia, que no sólo deben aplicar todo el rigor de la ley, sino que deben actuar con rapidez y ejemplarmente. Pero también deben darlo a conocer en forma oportuna y masiva. Entonces, cada fallo se convertirá en un arma mediática contra quienes delinquen.
También el mundo de la política debe involucrarse con eficacia. Las leyes deben ser aprobadas con rapidez para respaldar la acción judicial. Pero, además, los políticos no deben hacer uso de la delincuencia como arma para desfigurar al rival. La Seguridad de un país es un asunto de Estado, porque nos afecta a todos por igual. No hay distingos entre clases ni entre ideologías. Y, por lo tanto, la lucha contra el delito es de todos. En consecuencia, cada uno de nosotros debe asumir su papel con responsabilidad y decisión, porque esta batalla la vamos a ganar.