Miguel Ángel San Martín, desde Madrid.
En estos días se habla mucho, de lo que ocurre en Estados Unidos. Y me detengo a pensar del por qué tanta preocupación mundial. No es para menos. Estados Unidos se prepara para enfrentar un proceso electoral para definir quién va a ser el presidente de la Nación durante los próximos cuatro años. Y, hasta hace unos días, se debatía en una duda terrorífica sobre quiénes eran los principales postulantes. Por un lado, Donald Trump, ultraderechista millonario de 78 años de edad, procesado por varios delitos graves. Por el otro, el demócrata Joe Biden, de más de 81 años de edad, con evidentes muestras de estar entrando en una etapa de enfermedad neurológica. Uno de los dos podría ser el presidente del país más poderoso del mundo. Afortunadamente, Biden se bajó de la carrera hacia la reelección y le sustituirá en la candidatura su vicepresidenta, Kamala Harris. Eso ha traído algún grado de esperanza de que nuevos aires puedan llegar a la Casa Blanca.
Confieso que toda esta circunstancia me preocupa bastante. Analizando esta realidad con perspectiva amplia y muy realista, es la Humanidad la que se debate en una incertidumbre peligrosa.
Ya tenemos varias muestras de que desde el gigante del norte no se están asumiendo decisiones efectivas para detener un cambio climático que avanza inexorablemente. Nuestro entorno natural se va degradando por la contaminación que provocamos los seres humanos, especialmente por los países más poderosos, lo cual está poniendo fecha de caducidad a nuestra propia existencia.
No pretendo ser alarmista, sino simplemente enuncio con realismo algunos ejemplos dramáticos. Por ejemplo, en este momento hay 56 guerras activas en el mundo. Acciones militares como la de Israel que provoca un genocidio evidente contra el pueblo palestino, con más de 40 mil muertos, la tercera parte de ellos niños. Y Estados Unidos aparece como cómplice de aquella tragedia.
O bien, la invasión de Rusia a Ucrania, con miles de muertos y ciudades enteras destrozadas. Y Estados Unidos manejando la situación sin gestionar la búsqueda de una paz estable, justa y duradera, que impida el temor verdadero de que el conflicto pueda extenderse por Europa.
La lista de países en guerra es demasiado larga y dolorosa: Siria, Sur de Sudán, República Centroafricana, Nigeria, República Democrática del Congo, Afganistán, Pakistán, Irak, etc…Nos llega a dar la impresión de que el mercado de la guerra preocupa más que la propia vida de seres inocentes.
Entonces, las elecciones en Estados Unidos, que están previstas para el 5 de noviembre próximo, revisten una importancia crucial. El panorama mundial depende en gran medida de aquel país. Por lo tanto, la Humanidad está atenta a lo que pueda ocurrir.
Ya conocemos gran parte de la trayectoria de Donald Trump, quien terminó su período con una actitud prepotente, pretendiendo desconocer los resultados de las urnas. Y continuó después realizando acciones censurables hoy sometidas a procesos judiciales. Sin embargo, a pesar de todo aquello, las encuestas lo dan como un serio aspirante a ocupar la Casa Blanca.
Por el contrario, la renuncia de Biden a la reelección y la segura nominación de Kamala Harris como la aspirante demócrata al sillón del Salón Oval, ha provocado un fenómeno sorprendente. Harris es una mujer brillante, con una carrera profesional y política muy destacada, de sólida formación y consecuente con su ideario democrático. Tiene 59 años de edad y allí las mujeres representan el 50,46% de los 336 millones de habitantes. Podría ser la primera mujer en llegar a la Presidencia de los Estados Unidos. Sus orígenes son indoamericanos, lo cual capta la atención de un país que tiene muchísimos inmigrantes en su población. Por ejemplo, y según los datos oficiales, hay más de 63 millones de personas de origen hispano, el 59% de ellos mexicanos. Es de esperar que este sector no olvide sus orígenes.
A propósito, y, para terminar, he recordado al cantautor argentino Facundo Cabral, que justamente ahora se cumplen 13 años de su asesinato en Guatemala. En una de sus canciones emblemáticas, el compositor declarado por la UNESCO como “mensajero mundial de la paz”, nos canta: “Pobrecito mi patrón, piensa que el pobre soy yo”.