Por Tebni Pino Saavedra desde Sao Paulo, Brasil
Caminar por las calles de Sao Paulo junto a su perro y sabiendo que tiene la visión reducida al 25% haría a cualquier persona pensar que la mascota es su guía. No es así. Lo hace todos los días conciente que el perro necesita moverse del departamento que habita y que le permite soltar los músculos, dada su condición de atleta de alto rendimiento
Se trata Gustavo Henrique Faria Araújo, un joven de 29 años cuya apariencia no demuestra la enfermedad que lo aqueja y que descubrió cuando recién cumplía 19 años. Fue diagnosticado con ceracotone, o sea, pérdida paulatina de la visión que hoy lo tiene con escasa visibilidad aunque según los médicos que lo tratan, está detenida.
En el 2009 Gustavo ya competía en el atletismo convencional y, con el avance de la pérdida de la visión, pasó para el deporte paralímpico el 2014. Al año siguiente, conquistó dos oros en los Parapan de Toronto 2015 y una plata en el Mundial de Doha. Su estreno paralímpico fue en Río 2016, donde hizo parte del equipo brasileño de la posta 4x100m T11-13 donde consiguió la medalla de oro. Hoy con apenas 25% de visión y compitiendo en la clase T-13 (baja visión), el atleta aparece entre los cinco mejores del mundo en su categoría
Pero, ¿qué detonó su cambio de categoría? Sucede que comenzó a ser desclasificado por invadir las otras pistas en las pruebas que disputaba. “Fue entonces que un profesor me dijo que sería mejor cambiarme de categoría. Al comienzo fue muy complicado, tenía la sensación que el mundo estaba cayendo sobre mi cabeza.
Pero antes de intentar otra medalla olímpica, el atleta, inició una nueva etapa en su vida: comenzó a estudiar medicina. “Es un sueño realizado. Me incomodaba el hecho de no estar estudiando y la medicina siempre fue mi meta”.
Desde 2017, venía conciliando la rutina de entrenamientos con el curso pre universitario. “Para estudiar hice más de 4 mil fotos para conseguir ampliar, copiar y leer. Estoy acostumbrado”, afirma el futuro médico, que se caracteriza por la mentalidad ganadora típica de los vencedores. “Me adapto a todo, siempre fue así desde que descubrí la enfermedad. Lo más difícil era ser aprobado, pero eso ya es historia. Físicamente estoy bien, necesito entre 2 y 3 horas de entrenamiento por día. El resto del tiempo me dedico a los estudios”.
Entre las conquistas más importantes de su vida, el atleta resalta las principales. “La profesional fue la medalla de oro en los juegos paralímpicos de Toronto. Pero la personal fue mi ingreso a la universidad para estudiar medicina, era realmente algo que soñaba”, confiesa, y adelanta otro logro que persigue con pasión: “cuando me reciba de médico tendré otro motivo para enorgullecerme. Volví a vivir de nuevo. Descubrí que esta deficiencia no me va a parar y voy a continuar luchando por mis objetivos”.