Al hablar de las olas del feminismo podemos establecer un orden cronológico de las demandas históricas del movimiento y los logros conseguidos. El movimiento feminista ha atravesado por distintos momentos bajo un contexto sociohistórico que fue y determina las luchas emprendidas. La primera ola la lideró a nivel global las sufragistas (1880-1960), quienes demandaron los derechos a la educación y al voto de la mujer, buscando de esa forma una igualdad jurídica y política.
La segunda ola se manifestó en la década de los 70, centrándose en las reivindicaciones sobre los derechos de individualidad y autodeterminación de la sexualidad y el cuerpo. La tercera ola se empalmó con la segunda y se situó en la década de los 90. En este período se reconoció la diversidad en cuanto a la identidad de las mujeres, nacieron conceptos tales como interseccionalidad -con el que se reconoce que existen distintas formas de ser mujer según el origen-, la generación etaria, la raza, etc. También se demandó que la generación de políticas públicas pusiera foco en estas temáticas.
Hoy coexisten distintas corrientes feministas, dado que hay diferentes formas de ser mujer en el mundo, y el principal desafío complementario en la actualidad es construir una propuesta cultural que integre estas nuevas formas de habitar el mundo de forma inclusiva.
En la actualidad se identifica una cuarta ola feminista, a partir del año 2010 aproximadamente, caracterizada por la necesidad de pasar “de lo dicho a la realidad”, y que, desde los diagnósticos realizados a través del análisis del discurso, puedan existir acciones reflejadas, no tan solo en políticas públicas sino también en las conductas y prácticas cotidianas. Por ejemplo, el propósito principal de movimientos como “La marea verde” o “Ni unas menos”, son la visibilización de la violencia, que antes existía en transparencia o en silencio, con el objetivo de hacer evidente la necesidad de un cambio social en dicho ámbito.
Cabe mencionar además, que pese a tanta movilización y discusión respecto de temas relativos a la desigualdad de género y el movimiento feminista, que vale decir ha ganado bastantes e importantes batallas, el paso del tiempo dejó en evidencia la necesidad de iniciativas globales y locales que permitan llevar estas demandas y las soluciones propuestas a un nuevo terreno práctico, para abordar acciones que ayuden a construir una cultura desde una perspectiva inclusiva que integre a mujeres, hombres, adolescentes niñas y niños en este nuevo enfoque social.
Iniciativas de este tipo ya se han visto impulsadas por organizaciones como ONU Mujeres en su campaña #HeforShe (El por Ella), en la que se reconocen a hombres que apoyan la integración de las mujeres en distintas posiciones de liderazgo, así como en el deporte, las ciencias y la política, entre otros lugares de desarrollo. Otra iniciativa en Chile, impulsada por la fundación #HayMujeres, visibiliza a expertas en distintas disciplinas donde el sesgo cultural podría hacer pensar que no existen. En este mismo sentido, también resalta la fundación Vital Voices Global Partnership, enfocada en potenciar a mujeres que son agentes en cambio en temas que abarcan la visibilización de la violencia de género, pero también en contenidos más globales como justicia climática, empoderamiento político e igualdad económica.
Hoy coexisten distintas corrientes feministas, dado que hay diferentes formas de ser mujer en el mundo, y el principal desafío complementario en la actualidad es construir una propuesta cultural que integre estas nuevas formas de habitar el mundo de forma inclusiva. El enfoque conocido como feminismo liberal nace en la cuarta ola y, si bien reconoce que la tarea central del feminismo es la visibilización y la reivindicación de las condiciones de desigualdad instaladas culturalmente en materias de género, y que se interconectan por otros sistemas de jerarquización social, también propone la generación de una cultura renovada que involucre la activa creación de iniciativas integrales que posicionen a las mujeres en espacios de liderazgo y toma de decisiones en los ámbitos público, privado y académico, así también en generar espacios para la integración de hombres, adolescentes y niños en la construcción de una sociedad feminista.