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    La coherencia radical: Greta Thunberg

    La Coherencia Radical: Cuando la Neurodivergencia Ilumina la Inconsistencia Colectiva

    En un mundo caracterizado por la disonancia cognitiva y la adaptación a lo injusto, la figura de Greta Thunberg emerge no sólo como un símbolo climático, sino como un espejo que refleja una carencia social profunda: la desconexión entre el pensamiento, la emoción y la acción. Este artículo explora cómo su «alto sentido de la justicia», un rasgo comúnmente asociado a la neurodivergencia, desafía los mecanismos de supervivencia psíquica —como la disociación y las estrategias de apego inseguro— descritos por la teoría del psicotrauma (Ruppert, van der Kolk) y el psicoanálisis relacional. Argumentamos que la coherencia radical de Thunberg expone el «precipicio» colectivo de un trauma social no resuelto, uno que fragmenta nuestra identidad y enferma nuestro cuerpo, y proponemos que la sanación individual y colectiva requiere reconectar con un «yo» auténtico, un proceso que métodos terapéuticos innovadores, basados en la Teoría Polivagal y la resonancia límbica, buscan facilitar.

    El Espejo Incómodo: Coherencia en un Mundo de Supervivencia

    De entre todos los motivos posibles para ser noticia, Greta Thunberg lleva años siéndolo por el más desestabilizador: la coherencia absoluta entre ideas y actos. Su razonamiento, de una lógica aplastante, opera fuera de los matices grises que caracterizan la negociación neurotípica con la realidad. Si la crisis climática es una amenaza existencial, hay que actuar como tal. Si una masacre es insoportable, hay que movilizarse. Thunberg no «sigue la corriente» porque, como ella misma explicó, en una emergencia alguien debe señalar que el rebaño avanza hacia el precipicio.

    Esta coherencia, que muchos en la comunidad autista identifican como un «alto sentido de la justicia», es más que un rasgo de personalidad; es un modo de estar en el mundo que choca frontalmente con los mecanismos de defensa que la mayoría hemos desarrollado para sobrevivir a nuestras propias historias. Según la teoría del apego y el psicotrauma, desde la más tierna infancia aprendemos a adaptarnos a entornos que no siempre satisfacen nuestras necesidades fundamentales de ser deseados, amados y protegidos. Esta «tríada fatal» del trauma temprano, como la describe Franz Ruppert, fuerza a la psique a fragmentarse: una parte sana queda sepultada bajo una parte traumatizada que alberga el dolor insoportable, y unas estrategias de supervivencia que nos permiten negar, disociar o racionalizar la realidad para poder funcionar.

    La disonancia cognitiva que Thunberg señala en los neurotípicos no es solo un sesgo cognitivo; es, frecuentemente, una estrategia de supervivencia psíquica. Adaptarse a lo injusto suele ser «menos penoso» porque confrontarlo activaría el dolor raw de nuestras propias heridas de desamor y desprotección. La coherencia de Thunberg, por tanto, se convierte en un espejo que no solo refleja nuestra incoherencia política o social, sino nuestra desconexión interna, nuestro propio trauma fragmentado.

    La Raíz del Malestar: Trauma, Fragmentación y la Pérdida del «Yo»

    Para entender por qué la coherencia nos resulta tan ajena y amenazante, debemos adentrarnos en cómo el trauma modela nuestra psique. No es el evento catastrófico en sí, sino la herida psíquica perdurable lo que constituye el trauma. Bessel van der Kolk, en su obra fundamental El Cuerpo Lleva la Cuenta, demuestra que el trauma no procesado se almacena como memoria implícita en el cerebro límbico y en el cuerpo, lejos del alcance del lenguaje racional del hemisferio izquierdo.

    Franz Ruppert amplía este modelo con su teoría estructural, identificando traumas específicos que fracturan la identidad:

    · Trauma Existencial: La sensación de no ser deseado, que pone el organismo en un estado de emergencia perpetua.

    · Trauma del Amor: La falta de cuidado y contacto amoroso de las figuras de apego, llevando a una búsqueda perpetua e insaciable de afecto.

    · Trauma de la Sexualidad: Abusos que provocan una desconexión tan severa del cuerpo que la persona duda de su propia realidad.

    · Trauma del Sistema Vincular: Crecer en entornos donde la violencia y la dinámica víctima-perpetrador son la norma.

    Estos traumas, especialmente los tempranos y preverbales, generan lo que Ruppert llama la «tríada de la psique traumatizada»:

    1. La Parte Sana: El núcleo auténtico capaz de autorregularse y conectar con la realidad.

    2. La Parte Traumatizada: Donde se alojan, disociadas, las emociones insoportables (miedo, dolor, rabia).

    3. Las Estrategias de Supervivencia: Mecanismos como la disociación, la hiperracionalización, la adicción al trabajo o la necesidad patológica de agradar, diseñados para mantener el dolor fuera de la conciencia.

    Desde la perspectiva de la Teoría Polivagal de Stephen Porges, estas estrategias son respuestas neurofisiológicas. Cuando el sistema nervioso detecta peligro (aunque sea el peligro de revivir un dolor emocional antiguo), abandona el estado de conexión social (mediado por el nervio vago ventral) y se moviliza a estados de lucha/huída o, en casos extremos, de colapso e inmovilidad. Vivimos, por tanto, en un estado de «reactividad» crónica, reaccionando al presente desde las heridas del pasado.

    El Vacío y el Precipicio: Trauma Social y la Explotación del Dolor

    Esta fragmentación individual no ocurre en el vacío. Como señala Gabor Maté, vivimos en una «cultura altamente adictiva que se alimenta de las heridas de la gente». El vacío existencial generado por la tríada fatal (no ser deseado, amado, protegido) es el combustible perfecto para el consumismo, la adicción al poder y la búsqueda de validación externa. El sistema económico explota este vacío, creando una sociedad de «animales de rebaño» que, como describió Thunberg, priorizan no destacar y no sentirse incómodos por encima de la acción coherente.

    Por ello, la virulencia contra Thunberg no es solo ideológica; es psicoemocional. Ella encarna una cualidad —la integridad del «yo sano»— que la mayoría hemos sacrificado en el altar de la supervivencia. Su capacidad para «centrarse en los hechos» sin la interferencia de la disonancia cognitiva revela la enorme energía que invertimos en mantener nuestras propias estrategias de supervivencia y nuestras narrativas ilusorias de normalidad.

    Hacia la Sanación: Reconectando el Cuerpo, la Psique y la Acción

    Si el trauma es una herida que fragmenta, la sanación es un proceso de reconexión e integración. Enfoques terapéuticos innovadores buscan precisamente esto: crear un campo de seguridad neuroceptiva (activando el nervio vago ventral) que permita acceder a las memorias traumáticas implícitas almacenadas en el hemisferio derecho.

    A través de procesos que combinan la intención consciente, la resonancia límbica con el terapeuta y la reconfiguración simbólica, se puede «reprogramar» la memoria traumática. El objetivo es facilitar la integración interhemisférica, tejiendo una narrativa coherente (hemisferio izquierdo) que dé sentido a la experiencia emocional y somática (hemisferio derecho). Esto permite desactivar gradualmente las estrategias de supervivencia que ya no son necesarias y reconectar con la parte sana del «yo», aquella que puede desear, querer y actuar desde un lugar auténtico.

    A nivel colectivo, una sociedad «trauma-informada», como sugiere Maté, sería una sociedad más compasiva. Implica comprender que la reactividad, la agresividad y la incoherencia son, a menudo, síntomas de un dolor no resuelto. Implica proteger el vínculo temprano, criar con apego seguro y construir comunidades que prioricen la regulación emocional sobre el castigo.

    La coherencia radical de Greta Thunberg, por tanto, no es solo un llamado a la acción climática, sino un recordatorio profundo de un camino de regreso a nosotros mismos. Señala que la verdadera acción, sostenible y transformadora, solo puede nacer de un «yo» integrado, capaz de sentir el dolor del mundo sin disociarse de él, y de actuar con la claridad despiadada de quien ya no tiene nada que perder, excepto su propia autenticidad.

    Referencias Bibliográficas

    · Fonagy, P., Gergely, G., Jurist, E. L., & Target, M. (2002). Affect Regulation, Mentalization, and the Development of the Self. Other Press.

    · Lewis, T., Amini, F., & Lannon, R. (2000). A General Theory of Love. Random House.

    · Maté, G. (2003). When the Body Says No: The Cost of Hidden Stress. Knopf Canada.

    · Porges, S. W. (2011). The Polyvagal Theory: Neurophysiological Foundations of Emotions, Attachment, Communication, and Self-regulation. W. W. Norton & Company.

    · Ruppert, F. (2011). Trauma, Bonding and Family Constellations: Understanding and Healing Injuries of the Soul. Green Balloon Publishing.

    · Sheldrake, R. (1981). A New Science of Life: The Hypothesis of Morphic Resonance. TarcherPerigee.

    · Van der Kolk, B. A. (2014). The Body Keeps the Score: Brain, Mind, and Body in the Healing of Trauma. Viking.

    · Del Pozo López, H. (2023). El Método TriFOCAL: Reprogramando la Memoria Traumática a través de la Resonancia Límbica y los Símbolos. [Artículo base integrado para este desarrollo].

    Humberto del Pozo López

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