Evelyn Matthei tenía -según las encuestas- prácticamente ganadas las elecciones presidenciales y una contundente mayoría de senadores y diputados en el Parlamento, para gobernar con absoluta holgura y sin mayores contratiempos.
La indiscutible candidata de su conglomerado Chile Vamos, se paseaba radiante por pasillos de los partidos políticos, exigiendo la proclamación con eufórica aprobación, sin discusión ni menos oposición interna.
Ella, nadie más que ella, era la escogida por los dioses del Olimpo.
Aparece la autodestrucción de la derecha, la que es parte de su ADN. Es verdaderamente enigmático lo que sucede en unos pocos meses, digno de un estudio de connotados sociólogos en política contingente.
En tanto y cuando, comenzaron a conocer sus declaraciones y entrevistas, los problemas explotaron para su propio menoscabo. Sus desatinos comenzaron a preocupar, su trato hacia los y las periodistas fueron deplorables. Había que aparecer más “populistas” que su par de germánicos competidores.
Lo peor fue declarar que, en la dictadura de Pinochet, hubo muertes (asesinatos) que fueron “inevitables”. Se lo enrostraron hasta los más acérrimos golpistas que le acompañaban.
El cúmulo de incomprensibles desaciertos comenzaron a mermar su capacidad de convencer armoniosamente a sus potenciales electores. La cólera impactaba en su adusto rostro.
José Antonio Kast aparece -entonces- como el verdugo de la “dama de hierro”.
Sin moverse de su cuartel general, abre fuego concentrado, sin piedad ni consideración alguna. A la rival había que destronarla, donde se le dice de todo y con todos los medios posibles.
Con la ayuda subrepticia de su colega “aparecido” Jou Kaiser, el otro candidato, inician una campaña sucia, asquerosa, con matones a sueldo, verdaderos delincuentes acuchillándola por la espalda, quejándose amargamente.
Aprovechando la tecnología y la violencia digital, la mostraban como si estuviera enferma de “Alzheimer”, cuando no totalmente descontrolada en sus apariciones en público. El típico canibalismo político los mantiene muy ocupados, dan un triste papelón. La opinión pública los aborrece por la forma y contenido.
Los ciudadanos electores no están ni ahí, esperan y desesperan, por conocer un programa que vaya en la solución de sus problemas. Se preguntan si será esta la gente que nos gobernará los próximos cuatro años.
Su guerra interna descontroló a los todos los competidores de las teutónicas familias de antiguos emigrantes. La noche de los cuchillos largos comienza igual que en la Alemania nazi. Acciones de campaña que son típicas de régimen autoritario, dijo ella. Acusaciones ante los tribunales se ofrecieron, sin destino alguno. Nadie paraba este espiral de violencia. El caos era total en la oposición.
Los grandes empresarios, los amos de Chile, los financistas acomodaticios, sobre ciento sesenta le dijeron, con inserción y todo en El Mercurio, su diario privilegiado, que acabaran con tanta estulticia.
El poder del dinero manda, amenazaron con dejarlos sin aporte. Obedecieron como mansos corderos.
La alta traición comienza ya. Las encuestas desfavorecen a Evelyn, quien llevaba la absoluta ventaja. Va cuarta, lejos de su peor oponente. Un despilfarro inaudito. ¡Qué manera de perder el primer lugar!
Comienza el desembarco de varios candidatos al parlamento. Haciendo eco a un proverbio marino, el que señala las ratas son las primeras en arrancar cuando el barco comienza a hundirse.
Matthei está quedando sola, huérfana, ella sabe en su fuero interno, ni con la ayuda de Cecilia Morel viuda de Piñera, remontará. El pasado pasa la cuenta. Bien saben las víctimas que deja en el camino. Fin de una muerte anunciada por el locuaz Carlos Larraín, financista de la derecha, expresidente de RN y exsenador, mucho antes que el tsunami comenzara. Anunció su apoyo a Kast.
Kast se frota las manos y su compinche Kaiser cobrará caro su misión.