Sesenta mil muertos, muchos de ellos niños, mujeres y ancianos…son los que van hasta ahora. Y más habrá, si no se para la locura israelí de consumar un holocausto infame, en pleno Siglo XXI. ¿Y qué hacemos los demás? Se me pone cara de horror, de incredulidad y hasta de tonto, porque no atino a hacer más que escribir estas líneas. Pero, es mi única arma de combate contra el abuso, la ignominia, la aberración del uso de la fuerza para conseguir un mezquino interés de poder. Es mi desahogo y mi protesta por tanta hipocresía e inhumanidad.
Considero una respuesta descomunal, desproporcionada y aberrante a una acción irresponsable de un grupo terrorista, que provocó a su rival con una matanza sin sentido. No pensaron en la reacción del militarmente poderoso. Y le pusieron en bandeja una justificación al ávido de sangre para otra aberrante y desproporcionada reacción criminal.
Nadie entiende el por qué de la provocación de Hamas. Más aún si ellos mismos no son capaces de medir las consecuencias de sus acciones. No hay justificación para realizar aquella acción violenta y cobarde. Tampoco hay justificación para recurrir a “la legítima defensa” y llevar a cabo un holocausto de la magnitud de lo que está ocurriendo en Palestina.
La matanza indiscriminada de gente humilde, desarmada, simplemente inocentes, es una aberración israelí en los tiempos que corren y en las circunstancias en que se produce. Y lo peor ¡que no se produce la necesaria y contundente respuesta de la Humanidad ante actos tan inhumanos!
Israel sufrió un holocausto cuando los nazis les persiguieron y les ultimaron de manera brutal, irracional. En cuanto se conocieron y se dimensionaron las barbaridades cometidas por los agresores, todo el mundo reaccionó con las armas de la solidaridad y la justicia. Y los criminales pagaron su culpa. Esa página de la Historia ha quedado grabada en el memorial de los seres humanos. Pero, repetirla hoy resulta increíble, demasiado bárbara para la conciencia de los seres humanos.
Israel, bajo el mando de un fanático extremista, ha sobrepasado todas las líneas rojas de la ética, de la moral, de la razón humana. Y la comunidad internacional deberá también responsabilizarse porque no ha actuado con eficacia mientras se desarrolla el oprobio que igualmente la afecta.
La rueda de la justicia humana sigue girando y deberá castigar con mano de hierro a los culpables, a los innobles que ordenaron -y aún ordenan- la barbarie. Y también a los que obedecen y realizan tan horribles matanzas. La justicia llegará después que se pare la mano asesina. No habrá perdón para ellos.
Pero, antes, debemos movilizarnos para detener la ofensiva de la sinrazón y dotar de alimentos a una población exhausta, agónica. Debemos hacer comprender a la sociedad israelí de lo que es un genocidio, de lo que significa el extermino o la eliminación sistemática de un grupo humano por motivos de raza, etnia, religión o nacionalidad. Y que ellos deben ayudar, para no ser cómplices, en parar tanta brutalidad que igualmente les salpica y ofende.
Una acción violenta contra la violencia irracional generaría aún más violencia, cuyas consecuencias ahondarían mucho más la tragedia. Creo que la Humanidad tiene los argumentos y los medios racionales para actuar de manera eficaz. Uno de ellos es el aislamiento de los agresores, en todo orden, como por ejemplo el militar, el económico, el político, el social y el cultural, les obligará a recapacitar y a volver a la inteligencia y al sentido común de los seres humanos.
Además, deben saber que la Humanidad se ha dotado de normas para una convivencia en paz y armonía. Muchas de estas herramientas nacieron como consecuencia del primer holocausto del siglo pasado. Por lo tanto, los culpables y sus cómplices pagarán sus fechorías y sufrirán el castigo que la sociedad internacional ha acordado y suscrito basada en experiencias pasadas.
Israel, como pueblo, deberá sacar lecciones de toda esta aberración y deberá asumir una paz verdadera y estable, comprendiendo que debe mantenerse lejos de la militarización obsesiva y fanática. Excluir a los insensatos movidos por apetitos imperiales de bienes y territorios ajenos, a costa de la vida de inocentes.
Y el pueblo palestino, asumiendo también una autocrítica fundamental, recuperará sus anhelos de vivir en un lugar establecido y que va siendo reconocido por todos, con la paz suficiente para alzar la vista y mirar un futuro más limpio, más esperanzador y con mayor progreso. Sin olvidar a sus mártires, obviamente.