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    EE.UU. y el Sábado Negro: El día en que el sistema constitucional falló

    Por Brian Daitzman, The Intellectualist*

    El momento en que la democracia dejó de funcionar.
    El sábado 15 de marzo de 2025 pudo haber parecido insignificante para la mayoría de los estadounidenses. Pero con el tiempo, la historia lo recordará como el Sábado Negro: el momento en que Estados Unidos dejó de funcionar como una democracia constitucional.

    Por primera vez en la historia moderna de Estados Unidos, un presidente en funciones desafió abiertamente una orden directa de un tribunal federal, y no ocurrió nada. Ninguna intervención. Ninguna ejecución. Ninguna consecuencia. Se emitió un fallo legal y la Casa Blanca simplemente lo ignoró.

    La decisión de la Casa Blanca: El poder sobre la ley
    Dentro de la Casa Blanca, la decisión no se trataba de la ley; se trataba de poder. Un juez federal falló en contra de la administración. El debate dentro del equipo de Trump no giraba en torno a si el fallo era legal, sino a si podían ignorarlo sin problema. Decidieron que sí podían. Y tenían razón.

    Este no fue un enfrentamiento entre poderes del gobierno iguales. Fue el momento en que el poder judicial quedó expuesto como impotente. Los tribunales no tienen un ejército. Dependen del cumplimiento. Pero un tribunal que no puede hacer cumplir sus fallos no es un tribunal, es un buzón de sugerencias. Y una presidencia que puede ignorar a los tribunales sin consecuencias ya no está limitada por la ley: es un ejecutivo intocable.

    Trump no declaró el fin de la autoridad judicial en un discurso. Lo demostró en la práctica. Así es como colapsan los sistemas democráticos: no con un solo acto, sino con la normalización del desafío, la expectativa de que un fallo pueda simplemente ignorarse.

    Cómo el sistema no logró detenerlo
    Este momento no ocurrió de forma aislada. Ocurrió porque todos los intentos previos de exigir responsabilidades a Trump han fracasado. El sistema lo intentó, y en cada ocasión, fue incapaz de detenerlo.

    El juicio político fracasó dos veces. Los casos penales se estancaron. La Corte Suprema se negó a decidir sobre su inhabilitación. El Congreso nunca actuó para controlar su poder. A cada paso, Trump puso a prueba el sistema y este se tambaleó. Aprendió que las leyes son tan fuertes como las instituciones dispuestas a aplicarlas. Y así, ante una sentencia judicial, hizo lo que le habían condicionado a hacer: la ignoró. Y no pasó nada.

    El papel de la Corte Suprema en la intocabilidad de la presidencia
    El poder judicial ya estaba debilitado por años de erosión, pero en 2024, la propia Corte Suprema se aseguró de que, llegado ese momento, no quedara ningún recurso legal. En un fallo histórico, la Corte amplió la inmunidad presidencial hasta tal punto que la presidencia ahora está funcionalmente por encima de la ley. Un presidente puede cometer delitos mientras ejerce el cargo y no enfrentar responsabilidades inmediatas. Y ahora, con el Sábado Negro, Trump ha demostrado que puede ignorar las sentencias judiciales por completo sin consecuencias.

    Esto no es separación de poderes. Es la concentración del poder en una sola rama. Se suponía que los tribunales serían la última línea de defensa. En cambio, se han visto reducidos a emitir fallos que el ejecutivo puede ignorar libremente.

    El papel de Fox News en el condicionamiento del público
    Fox News no emitió la orden, pero hizo posible este momento. Tras el desafío de Trump, Fox mostró el rostro del juez en pantalla, no como parte de una cobertura neutral, sino como un acto deliberado de intimidación. No necesitaban declarar explícitamente que los fallos judiciales ya no importaban; ya habían pasado años entrenando a millones para que lo creyeran. Mediante un enfoque implacable, habían condicionado a su audiencia a ver los tribunales como corruptos, partidistas, como obstáculos que superar en lugar de instituciones que respetar. Trump no inventó esta estrategia; simplemente la puso en práctica, llevando su retórica hasta su conclusión lógica.

    Por qué los estadounidenses no ven el colapso que está ocurriendo
    Por eso la frase «los árboles no dejan ver el bosque» es tan poderosa en este momento. Los árboles representan los eventos individuales: Trump ignorando un fallo judicial, la Corte Suprema eximiendo a la presidencia de responsabilidad penal, el Congreso incumpliendo repetidamente y los medios normalizando el colapso de la democracia. El bosque es la realidad general. El gobierno estadounidense ya no está limitado por límites constitucionales. El poder judicial se ha visto impotente debido a los precedentes y la aplicación selectiva. El poder ejecutivo ahora decide qué leyes se aplican a sí mismo.

    La mayoría de las personas que han vivido la historia no se dan cuenta de que están en un momento de colapso porque cada evento, por sí solo, no parece el fin de la democracia. La conmoción de que se ignore un fallo no resulta catastrófica. Que la Corte Suprema decida que un presidente es inmune al enjuiciamiento se siente como una controversia legal más. La inacción del Congreso se siente como algo normal. El tratamiento mediático de este momento como un capítulo más en la saga de Trump en curso facilita asumir que el sistema se autocorregirá. Pero, al analizarlo en conjunto, resulta innegable que el sistema ya ha fracasado.

    El momento que señalarán los historiadores del futuro
    Por eso, la gente recordará el Sábado Negro y se preguntará por qué no se reconoció de inmediato como el punto de quiebre. Porque cuando se está en medio del colapso, se siente como un día más. El peso de la historia a menudo es invisible en el momento, sus consecuencias se extienden a lo largo de los años. Pero la verdad es inevitable: esto no es solo otra disputa legal. No es otro capítulo de la guerra partidista. No es una escalada de la disfunción existente. Es el fin del gobierno constitucional.

    Ninguna democracia que haya llegado a esta etapa se ha recuperado sin un cambio estructural importante. Esto no es solo una escalada de la crisis política; es el momento en que el gobierno constitucional es reemplazado por el puro poder ejecutivo.

    Por qué esta es peor que cualquier crisis anterior
    Esto no es como cuando Andrew Jackson desafió a la Corte Suprema en 1832. Cuando Jackson ignoró el caso Worcester contra Georgia, Estados Unidos era una democracia en evolución. El papel de la Corte Suprema aún estaba en constante cambio y las instituciones del país aún no estaban plenamente formadas. Hoy, Estados Unidos es una democracia en colapso. La autoridad de la Corte Suprema es ley establecida. La diferencia radica en que, en esta ocasión, se esperaba que las instituciones funcionaran.

    Andrew Jackson desafió a la Corte Suprema en una época en la que el poder ejecutivo aún no estaba definido. Trump está eliminando los límites del poder ejecutivo en un sistema donde se suponía que ya estaban definidos. Jackson se enfrentó a oposición política. Trump controla completamente su partido. En la época de Jackson, el Congreso aún funcionaba como contrapeso. Hoy, el Congreso es un órgano que certifica automáticamente las extralimitaciones presidenciales en lugar de restringirlas.

    Se suponía que los tribunales serían el control final. Ese control ya no existe.

    ¿Qué viene después de la democracia?
    Hemos superado el horizonte de sucesos. Ya no se trata de una democracia en crisis, sino de lo que viene después. El sistema que una vez absorbió y corrigió estos impactos ya no funciona.

    El impacto del 6 de enero no condujo a una renovación democrática; fue un anticipo de lo que se avecinaba. El retroceso de los derechos reproductivos en 2022 no se limitó al aborto; fue la prueba de que las protecciones legales podían eliminarse a voluntad. La expansión del poder presidencial por parte de la Corte Suprema en 2024 no solo cambió el precedente legal, sino que garantizó que la próxima vez que un presidente desafiara una orden judicial, no habría ningún mecanismo de ejecución para detenerlo. En eso estamos ahora. El fin de los tribunales como un control significativo del poder.

    No hay vuelta atrás a los Estados Unidos de la década de 1990. No hay vuelta atrás a una época en la que el poder presidencial estaba limitado, en la que el poder judicial tenía la última palabra, en la que las fuerzas del orden funcionaban como instituciones independientes en lugar de herramientas del poder político. Ese sistema ya no existe.

    Algunos dirán que esto es alarmista. Esa democracia no puede terminar tan silenciosamente. Pero el colapso no se siente como tal cuando estás dentro. Se siente como una historia legal más. Un sábado más en Estados Unidos. Hasta que un día, alzas la vista y te das cuenta de que no queda nada que salvar.

    El veredicto final sobre el Sábado Negro

    *Brian Daitzman colaborador de The Intellectualist 
    Difundido por Lincoln Square Media

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