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    El retiro de EE.UU. de la OMS: ¿Otro balazo a los pies?

    Dos profesores de la Universidad de California en San Francisco, Eric Goosby y Michael J A Reid acaban de publicar (marzo de 2025) en la revista The Lancet un análisis sanitario, económico y político (A turning point for global health: challenge or opportunity? ) acerca de la decisión de D. Trump de abandonar la Organización Mundial de la Salud (OMS) y programas emblemáticos como el Plan de Emergencia para el Alivio del SIDA (PEPFAR), el Fondo Mundial de Lucha contra el SIDA, la Tuberculosis y la Malaria, y la Iniciativa Presidencial contra la Malaria.

    Estos programas, dicen los académicos, no solo han impulsado objetivos humanitarios, sino que también han impulsado los intereses económicos y de seguridad nacional de Estados Unidos, reforzando la estabilidad geopolítica en regiones clave y ampliando los mercados para las industrias estadounidenses.

    Quizás con el ánimo de incitar a una vuelta atrás de la política de la administración Trump de abandonar la OMS, los investigadores afirman que: La salud mundial no es caridad; es una inversión de alto rendimiento en la seguridad, la competitividad económica y la influencia geopolítica de Estados Unidos. Cada dólar invertido en salud mundial genera beneficios tangibles para la economía estadounidense. Las inversiones en salud mundial benefician directamente a los trabajadores y las industrias estadounidenses, apoyando a las empresas farmacéuticas y biotecnológicas estadounidenses que desarrollan vacunas, tratamientos y diagnósticos de uso mundial. Estas inversiones, además, sustentan a las instituciones académicas y de investigación que lideran descubrimientos de vanguardia en enfermedades infecciosas y no transmisibles.

    La prevención de pandemias y la estabilización de los sistemas de salud en el extranjero, concluyen los académicos de California, ahorran a Estados Unidos miles de millones de dólares en costos futuros de respuesta a amenazas sanitarias emergentes. Ante la alta probabilidad de que se produzca una pandemia importante en los próximos 25 años, las inversiones proactivas en seguridad sanitaria mundial son esenciales para mitigar las perturbaciones económicas y sanitarias futuras que, de producirse, podrían superar con creces el coste de la ayuda actual.

    En definitiva, al igual que con la errática política de aranceles en que, finalmente, los más perjudicados serán los propios ciudadanos norteamericanos en lo de salud la idea de reducción de gastos fiscales a cualquier precio puede tornarse contraproducente provocando restricciones en las propias ventas, por ejemplo, de las grandes empresas farmacéuticas de EE. UU. y multiplicar impactos de posibles pandemias del estilo de la covid-19.

    Mirando hacia el futuro, dicen Goosby y Reid, en lugar de retirarse de sus compromisos globales en materia de salud —una medida que podría tener consecuencias devastadoras para la salud pública a nivel mundial—, el gobierno estadounidense debería priorizar programas de salud autosostenibles y liderados localmente que, con el tiempo, puedan operar independientemente de la asistencia extranjera.

    Rafael Urriola U. es Presidente de APROB.

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