El periodismo en la era de la Inteligencia Artificial

Por Miguel Ángel San Martín desde Madrid

La Inteligencia Artificial está dando pasos sorprendentes en el mundo tecnológico en que vivimos. Y cada paso de avance en la modernidad que da algún gigante de los microprocesadores, parece despertar ataques muy costosos en sus rivales. Costosos por sus efectos económicos, porque las nuevas tecnologías se han transformado en lucrativos negocios por su capacidad de manipulación de las preferencias de la gente.

Pero, no sólo eso, sino también son peligrosas instancias de poder si se ponen en manos de empresarios que dominan a investigadores y fabricantes de armamentos, proyectiles y elementos diversos inventados para matar. Y también de políticos fanáticos que quieren imponerse mediante la eliminación física del contrincante. Con inteligencia artificial se provocaron muertes masivas en el Medio Oriente, cuando se utilizaron explosivos en teléfonos celulares, fabricados exclusivamente para ello y que eran accionados con aplicaciones digitales.

También la Inteligencia Artificial está causando una enorme confusión en el mundo, cuando es utilizada como arma comunicacional por inescrupulosos que pretenden convertirse en “dueños del mundo”. La irrupción a través de las redes sociales de estos individuos, manipulando con mensajes interesados, tergiversando la realidad en su beneficio personal, está causando un enorme daño al conjunto de la Humanidad.  La utilización de personajes de atractivo físico y de mensajes dañinos envueltos en papel celofán, que captan la simpatía de grupos de seguidores y que envían mensajes falsos, van creando un mundo ficticio que llevan a la gente a pensar erróneamente y a tomar decisiones sólo favorables a quienes les manipulan.

Esta “revolución digital”, como le llaman algunos, está afectando muy seriamente al periodismo. La profesión periodística está perdiendo credibilidad y la prensa tradicional está desapareciendo inexorablemente. Los profesionales de la comunicación, denominados antiguamente como “los notarios de la realidad”, están desapareciendo. La auténtica realidad no le llega a la opinión pública, sino el mensaje interesado y malévolo, que circula sin control por las redes sociales. No hay comprobación de los hechos. Casi no existe la explicación meditada del profesional que pone su nombre y su firma asumiendo toda la responsabilidad de lo que dice.

La verdad se difumina en el bosque de las falsedades, de mentiras descaradas, de discursos elaborados por máquinas orientadas por algoritmos, que son repetidas por un público que se conforma con lo que le dicen en estas redes incontroladas. Los medios de comunicación pierden su razón de ser, la verdad es frágil y la desinformación predomina. Estamos  viviendo un momento en que la gente comienza a acostumbrarse al torrente de mensajes breves, rápidos, sin comprobación, cargados de palabras sin valor intelectual ni social, pero entretenida.

El periodista comprueba en carne propia su pérdida de trascendencia. Su trabajo, que debe estar cargado de moralidad, se va transformando en un negocio de contenidos, en una mercancía que la gente consume diariamente. Entonces nos preguntamos si la opinión pública se da cuenta de la manipulación de que es objeto cada día al recibir una comunicación que tiene muchas versiones, imposibles de comprobar.

Qué difícil se presenta el futuro de la sociedad si la labor del periodista no recupera honestidad en su accionar, veracidad en su información y credibilidad en sus contenidos.

Un colega, en un comentario que me envía a través de las nuevas tecnologías, me dice: “El periodismo sólo sobrevivirá en la era digital si, apoyándose en la tecnología, recupera principios fundamentales como la búsqueda del rigor y la veracidad”. Yo le encuentro razón, pero eso puede tener éxito si quienes ostentan el poder en un marco de auténtica Democracia,  fortalecen la educación desde la base misma de la sociedad, abriéndose después a la participación real de la gente en las grandes decisiones. O sea, ante los nuevos avances en la Era de la Inteligencia Artificial, debemos dar pasos de gigantes en la formación ética, cultural y moral de los ciudadanos, para utilizarla en beneficio de la Humanidad.