Complicado optimismo

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Por Miguel Ángel San Martín, desde Madrid

 

Cada comienzo de año lo recibimos con una sonrisa en los labios y una mirada de esperanza en el futuro. Sin embargo, creo que esta vez va a ser difícil mantener esa tradición, debido al panorama que se nos presenta con tanto conflicto que sacude a la Humanidad y con tantos anuncios que hacen unos pocos que siguen apuntando hacia un panorama hostil.

Me cuesta decir “Feliz Año Nuevo” cuando se siguen produciendo matanzas indiscriminadas en el Medio Oriente, en una acción definitivamente calificada de genocida. Es complicado mirar con optimismo cuando continúa una invasión en Ucrania, con Rusia abusando de su poderío militar. Es imposible evaluar lo que está pasando en 92 países que sufren nada menos que 56 conflictos bélicos en este mismo momento y que nadie hace nada por impedirlos.

Sin duda, estamos asistiendo a una inmensa locura donde la vida humana no vale nada y los derechos consagrados en compromisos anteriores no se cumplen. Tragedias cotidianas, gritos destemplados que no se escuchan, mentes con anhelos imperiales ordenando muerte para satisfacer su propio ego y para llenar los bolsillos a quienes lucran con las guerras.

El dinero está detrás de todo esto. La avaricia de unos pocos es aprovechada por los inescrupulosos que piensan más con sus bolsillos que con los intereses generales de la Humanidad. La industria de la guerra domina el mundo, manejando a los que quieren gobernarlo. Y si recordamos algo muy cercano, como lo es la pandemia, donde la industria de la farmacia y sus laboratorios se enriquecieron con enorme rapidez, nuestra capacidad de asombro es superada absolutamente por esta realidad tan obscena que nos toca vivir.

¿Qué podemos hacer frente a esta avalancha de hechos negativos que debemos enfrentar? ¿Cómo debemos actuar para que nuestra inteligencia positiva supere a la negativa que pretende dominar al conjunto de la sociedad?

Los antiguos pensadores desarrollaron ideas positivas que aún perduran. Debemos rescatarlas, pulirlas y aplicarlas hasta el cansancio, sin desmayos, hasta convertirlas en hábitos, en costumbres, en formas de vida común.  Por ejemplo, recuperar la verdadera democracia como forma de convivencia en sociedad. Además, debemos buscar los resquicios por donde se han colado las malas intenciones de los humanos que piensan sólo en ellos. Analizar los sistemas de convivencia que han ido inventando y desarrollando, con el único fin de torcer la línea de crecimiento común con equidad, con justicia, sin abusos. Buscar el por qué y el cómo han llevado a la sociedad por el camino de la pobreza y el dolor.

En esa Democracia surgida hace ya muchos siglos se establecieron normas mínimas, comunes, basadas en la igualdad y en la solidaridad permanente. Valores que coincidían con el avance de la especie humana. Y fue la propia especie humana la que adoptó tal sistema como el más adecuado para desarrollarse. Y también esa Democracia integral fue capaz de adelantarse y proponer soluciones para combatir el mal que practican unos pocos y que degeneran las ideas de los sabios de antes.

Entonces, hoy más que nunca, quisiera expresar mi anhelo profundo, sincero y convencido de que sea la propia especie humana la que recupere aquel sistema, le sacuda la costra del mal que le está carcomiendo y retome los caminos que nos lleven a una paz efectiva, justa, solidaria que nos haga grandes. Nuestra inteligencia nos debe guiar por aquellas fórmulas que los sabios nos aportaron para combatir lo que nos hace mal y eliminemos a quienes intenten continuar con los engaños y abusos que causan dolor en los muchos para beneficio de sólo unos pocos.

Es tarea larga, difícil, pero absolutamente necesaria.

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