Sebastián Jans: «Preservar la Democracia con Integridad y Tolerancia»

Nos hemos reunido nuevamente en esta Ceremonia, que nos convoca todos los años en este Templo de las virtudes laicas y ciudadanas, para honrar a la Patria, para hacer manifestación de nuestro compromiso con la chilenidad, y para agradecer a quienes nos legaron no solo un país y un territorio, sino también una voluntad de construir una comunidad nacional, donde todos quienes la habitan puedan soñar y construir los proyectos que les permitan acercarse a la felicidad y a la realización plena de cada una de sus más nobles metas.

Aquí nos reunimos, bajo la convocatoria de tres instituciones librepensadoras, inspiradas en el humanismo, distintas en sus identidades y en sus acentos, en sus modalidades y en sus estructuras institucionales, distintas en sus concepciones, pero dispuestas a reconocer que la Patria y la República nos unen, por sobre todas las cosas.

Nuestras historias nos dividen, nuestras reclamaciones en la inserción en la sociedad nos dividen, nuestra legitimidad de origen incluso se antepone en las recurrencias de lo cotidiano, y hacen imposible que marchemos juntos en el propósito superior perseguido, pero en bien de Chile, declinamos nuestros lábaros particulares para reconocer solo el emblema tricolor que nos convoca por sobre nuestros legítimos intereses.

Y siendo la Patria la suma de muchos intereses particulares, y la imposible síntesis de muchas metas y proyectos, de legitimas contradicciones y aspiraciones, y donde la Constitución y la ley permiten la convivencia y regulan los conflictos, exaltamos la Democracia como la mejor forma de canalizar y conducir las capacidades y potencialidades de la República, hacia los objetivos que permitan progreso para todos, la emancipación de las causas de lastran la suerte de muchos, y donde tratemos de construir siempre una realidad nacional, basada en la libertad, la igualdad, la justicia y la solidaridad.

No entendemos la República sin la Democracia, aún cuando debemos reconocer que esta última tiene múltiples defectos, que genera insuficiencias, que se sostiene en el débil soporte que la tiene siempre cerca del precipicio, pero, así como lo entendió el pensamiento clásico de la Grecia ateniense, no hay mejor forma de canalizar y regular la multiplicidad de intereses que todos sostenemos, sino a través de reglas establecidas que respeten todos los ciudadanos.

Hace algunos días, repitiendo otros momentos de coyuntura, una encuesta señalaba que hay frustración respecto de la democracia. De hecho, la región del planeta menos satisfecha con el funcionamiento de la democracia es América Latina, según diversas encuestas de opinión, desde hace tiempo.

Pareciera que los ciudadanos, ante las dificultades o las demoras para resolver problemas endémicos o problemas nuevos, consideraran que la democracia es ineficaz o tardía, e idealizan soluciones basadas en una supuesta fórmula expedita. Quienes así piensan, se olvidan que toda solución expedita tiene ideología o el predominio de determinados intereses con su inherente ansiedad de hegemonía.

Fernando Savater ironizaba en su “Política para Amador”, que la democracia es antinatural, ya que lo natural es que manden “los más fuertes, los más listos, los más ricos, los de mejor familia, los más estudiosos, los más antes, los astutos…”, en fin, todos aquellos que desde una posición de hegemonía se sienten con argumentos para gobernar a los que se someten y a perseguir a quienes se resisten.

Se ha dicho, desde hace tiempo, repitiendo conceptos del pensamiento clásico, que la política es el arte de lo posible. Pero, la frustración de los anhelos insatisfechos, nos lleva a pensar, cada día de ejercicio democrático, que la política propendiera más bien hacia lo imposible, puesto que las cosas son más difíciles cuando mayor es la ansiedad de plasmar determinadas ideas que aparentan ser muy buenas.

Por ejemplo, y nada más con el deseo de ilustrar el punto, en tiempos recientes todos tenemos nuestra formar de abordar la crisis de seguridad pública, que afecta a las personas ya sea desde la condición de víctima o desde la angustia que produce el temor de serlo. Se proponen desde las mas drásticas acciones hasta aquellas que no aportan nada. Así, el péndulo se mueve entre los que buscan explicar la causa de los delitos, mientras otros buscan la perpetuación carcelaria de los imputados y procesados.

A pesar de las urgencias de cada día, no hay solución efectiva para la crisis de seguridad pública sino en el debate democrático y en la definición legislativa, emanada de las instituciones democráticas, y donde se espera que idealmente ellas actúen con celeridad y eficacia. Pero, la democracia es lenta y también prudente. Requiere debates y acuerdos. Esto es lo que termina produciendo la frustración, pues, todo aquel que está afectado por alguna causa, siente que la democracia no responde a su situación con la debida premura.

Así, ante la enorme complejidad de demandas, causas e intereses, la democracia siempre parecerá que no es eficiente y abundarán las quejas. A ello se suma, el que la democracia es tremendamente vulnerable a las crisis. Es vulnerable frente a las demandas ciudadanas, a los periodos económicos de bajo crecimiento, y cuando se producen desequilibrios sociales. Es vulnerable a las crisis globales.

Preservar la Democracia con Integridad y Tolerancia

Se dice que los gobiernos fuertes dan cierta solución a temas de orden o seguridad, pero definitivamente, la resaca de todo autoritarismo, deja siempre las consecuencias de una corrupción que conlleva la institucionalización del delito. Basta analizar lo que ocurre con los autoritarismos en la historia de América Latina, y los ejemplos más recientes lo ratifican.

Además, los caminos del autócrata parecen ser siempre los mismos: falacias e agresividad, desvalorización de las reglas democráticas, utilización de esas mismas reglas para degradar la eficacia de la gobernanza, desconfianza sobre las instituciones de la democracia, simulación, prepotencia.

Analizados los procesos que llevaron a la perdida de las libertades y a la credibilidad de la democracia, en distintos periodos, en cualquier lugar del mundo, parecen ser que las causas originarias se repiten: demagogia, fanatismo, odio y corrupción.

Analizando la frustración que las personas sienten por la democracia, el politólogo John Mueller sugiere que esta se basa esencialmente en el privilegio de la gente a quejarse, pero también señala que esa queja ocurre cuando la gente también acepta no utilizar la violencia para reemplazar a sus líderes, y los líderes facultan a la gente para desalojarlos.

Cierto, la democracia establece reglas para erradicar la violencia en la sustitución de los liderazgos, y los liderazgos se someten a la voluntad de los ciudadanos cuando estos deciden reemplazarlos.

Y eso ocurre a través de elecciones debidamente informadas, libres y periódicas, donde se presenten alternativas y opciones, en debates donde cada cual, aspirante y ciudadanos, puedan expresarse con argumentación, libertad y respeto a sus derechos fundamentales.

En una democracia no por opinar una persona está en peligro de ser encarcelado, desaparecido, agredido físicamente, o asesinado, por quienes ejercen el poder o sus mandatados. No por tener opinión, alguien está facultado a deponer o llamar a defenestrar un gobierno legítimamente constituido.

Si la política es el arte de lo posible, y convengamos en que ella debe estar en la perspectiva del bien general, el bien del país, el bien de su gente, el bien de la República, es decir, el bien de todos, ¿en que dimensión se encuentra la particularidad de los problemas que llevan a considerar que, quienes representan al ciudadano en la actividad política, no están a la altura de los anhelos y esperanzas de los electores?

Desde hace algunos años, nuestros ciudadanos, ante la frustración por el ejercicio democrático, muestran apatía respecto de los partidos políticos. No hay encuesta en que estos no aparezcan en el último lugar de la consideración social. La incidencia de este factor en los problemas que hoy presenta nuestra democracia y en la conversación pública, la apreciación de los políticos alimenta la idea de que estos no están a la altura de las necesidades.

No deja de ser relevante en estas consideraciones, aquello que teoriza el alemán Peter Sloterdijk, en torno a una sociedad hiperpolítica, es decir, una práctica política que se deslumbra con las polaridades, que escamotea los principios y la convivencia democrática, producto de que todos pueden establecer opinión, visceralmente, y sin la mínima cultura o educación política de base, y donde impera siempre la elemental disposición de dividir entres amigos o enemigos.

Aquello es lo que alimenta, desde luego, la demagogia, el fanatismo y el odio, y consecuentemente propende activamente a la deslealtad democrática de elegidos y electores. Allí se encuentra el caldo de cultivo del populismo, que no es otra cosa que la declinación democrática, a partir de establecer un chivo expiatorio, un enemigo útil y funcional al discurso visceral.

Hemos llamado entonces, distinguidos invitados, en esta jornada de reflexión por la Patria y sus gentes, a preservar la Democracia con Integridad y Tolerancia. La integridad que se manifiesta en probidad, en el respeto a las reglas de la democracia y no en el propósito de corromperla, y en una actitud de decoro en el lenguaje y en la honestidad ciudadana, en una permanente búsqueda de la armonía. Una manifestación de que los valores no solo se proclaman, sino también se practican, no solo en la vida colectiva, sino especialmente cuando nadie está mirando ni oyendo.

Tolerancia, para construir una verdadera valoración de la dignidad humana, incluso con los que discrepamos sustancialmente. Tolerancia en tanto virtud cívica que debemos enseñar a las nuevas generaciones de chilenos, porque allí se encuentra la esencia de la Patria y el fundamento de su futuro.

Y al terminar mis palabras, y en tributo a la tolerancia, quiero invitar a todas las fuerzas políticas, a establecer una mesa de trabajo, para establecer un acuerdo que mejore la calidad de la política con integridad y tolerancia, para lo cual, pasadas las fiestas Patrias, invitaremos a las fuerzas políticas presentes en el Parlamento a ese alto propósito.

Gracias.

Sebastián Jans
Gran Maestro
Discurso pronunciado el 4 de septiembre en Fraternitas 2024, de la Gran Logia de Chile