«Deutschland über alles», lo que se traduce en Alemania por encima de todo, gritó un aficionado desde la tribuna en medio del partido que el alemán Alexander Zverev disputaba en Nueva York. El germano se percató, detuvo su marcha y se fue inmediatamente donde el umpire: «Acaba de decir las palabras más famosas de Hitler. Esto es inaceptable, increíble». El espectador fue identificado y posteriormente sacado del estadio.
El relato tomado de Emol es una prueba de la lucha que sostienen a diario alemanes contra el negacionismo a 84 años de iniciada la Segunda Guerra Mundial, bajo el fanatismo que inspiraba Adolf Hitler sobre una supuesta raza superior, los Arios.
Zverev hizo respetar el «nunca más» adoptado por Alemania al levantar la voz y pedir que el fanático de Hitler fuera retirado de su poltrona. En ese país está penado por ley hacer apología del nazismo y sus símbolos, como también negar que el régimen que gobernó seis años hubiese hecho matar y desaparecer a millones de personas, principalmente judíos.
En Chile no sucede lo mismo. Estamos a pocos días de los 50 años del golpe de Estado que derrocó la democracia. Hitler fue incluso elegido, pero Pinochet asaltó el poder bombardeando La Moneda y otros lugares en Santiago. Hizo desaparecer, ejecutó, torturó y exilió a varios miles de chilenos y chilenas, niños, jóvenes y adultos que promediaban los 29 años.
Hoy en Chile el negacionismo está instalado en el Congreso de la República, donde se niegan las violaciones a mujeres con perros y con ratones introducidos en sus cuerpos, lo que una diputada calificó como «un mito».
No existe ley que prohíba esas expresiones ni menos sanción alguna, porque nuestro pueblo pareciera querer dormirse y no querer despertar a una realidad que, aunque duela, es la que los mayores vivimos y nuestros hijos siguen padeciendo, porque no hemos sido capaces de establecer justicia, es decir, establecer los hechos, sancionar y reparar. Y cada vez que se niega la existencia de los crímenes, se vuelve a abrir la herida.
La derecha política no ha sido capaz, siquiera, de aceptar firmar un compromiso que mira hacia el futuro. Es más, junto a la ultra derecha están empecinadas en un nueva constitución que, a juzgar por las normas aprobadas hasta ahora, retrotraen los derechos sociales y los de la mujer al año 1924.
En Chile Zverev no habría sido escuchado ni menos el que profirió el «Deutschland über alles» habría sido conminado a abandonar el lugar. Lo más probable es que hubiese sido aplaudido.